• Regístrate y participa. ¡Sólo tardas dos minutos!

Reto Sobre utilizar el espejo como herramienta, en lugar de que el espejo te utilice y te engañe a ti.

Reto

Virginia 42

Usuario veterano
“El infierno son los otros”, escribió Sartre. “El otro”, ese gran desconocido. Ese en el que a veces colocamos lo que no soportamos en nuestro propio yo. Ese ser impenetrable, “el otro”, que a muchos nos ha dado a veces auténtico MIEDO.

Vamos a intentar entender la vida por un momento como un laberinto de espejos. Paremos esta instantánea: todo es un laberinto de espejos. Porque, para otro, “yo” soy “el otro”. Así que en realidad, lo que tenemos aquí es una pista donde sólo bailan “yoes”. “El otro” como tal es una entelequia, no existe; “el otro” es, en realidad “otro yo”. Otro “yo” que yo no conozco, otro “yo” más entre todos los que a nosotros mismos nos llamamos “yo”.

Algo en ti puede que se esté rebelando fuerte ahora. ¿Cómo va a ser “otro” otro yo? Yo soy yo! Sólo existo yo, y el otro no tiene ni idea de mí! (y yo no tengo ni idea del otro!)… ¿de verdad?

Vamos a intentar parar otra vez la instantánea. Vamos a detenernos en tu propio espejo, en la foto de ese al que tú llamas “yo”, y yo llamo “otro”. Porque, sí! Adivinaste, para mí, yo soy yo, y tú eres el otro.

Pero vamos a volver a esta fotografía en la que estás tú en frente de ti mismo. ¿Crees que conoces a ese que tú llamas “yo”? ¿Crees que podrías conocerlo alguna vez, en su plena dimensión?

¿Qué es lo que puedes VER, en esa foto? ¿Tiene coherencia lo que VES con lo que puedes sentir?

Lo que veas, limitado es. Déjame decirte que hay dimensiones de ti mismo para las cuales tu vista no alcanza. ¿Acaso hay una parte de “yo” que está en “los demás”? Algo en ti se está volviendo a rebelar. Puede que incluso te sientas mareado. No, no quieres pensar en esto (¡qué difícil es pensar fuera de “yo”! Pero no te asustes, sólo es difícil al principio, cuando estás desentrenado).

Todos los que nos llamamos “yo” a cada uno de nosotros, tenemos ALGO en nosotros que desconocemos. Así, someramente hablando, pongamos un porcentaje de materia oscura, de desconocimiento total. ¿Qué porcentaje desconocido de ti mismo pondrías tú que tienes en ti, así, a bote pronto, por intuición? ¿Crees que para esto podría haber un “rango normal” de porcentajes? ¿Crees que existe alguna persona que se conozca al 100% completamente, 100% lucidez en TODAS sus dimensiones?

Bien. A esta “región desconocida” del yo (de ti mismo, de cualquier persona), para identificarla, vamos a nombrarla. Llamémosle “Sombra”, solo para saber que está ahí. La buena noticia es que sólo saber que Sombra está ahí YA ES MUCHO que hemos ganado en auto-conocimiento, aunque esto te parezca una bobada. Ya, sí, sí, ya sé… queremos controlar, creemos que necesitamos SABER, quién es esa maldita sombra, si es “buena” o es “mala” (como siempre, juzgando), por qué no la puedo ver y por qué se esconde, QUÉ NOMBRES REALES TIENE y blablablá… bueno, pues paremos otra vez esta instantánea. Necesitamos entender que lo realmente necesario es que sepamos que Sombra existe, y que vive en “yo”. Necesitamos aprender que no necesitamos saber más. Saber esto, ya es mucho.

Qué fácil, ¿no? Je,je. Bueno. No te creas. Sombra está ahí por algo.

Sombra es aquel sujeto que no ves en ti mismo, pero existe. ¿Por qué existe sombra? Tal vez porque Sombra es, al menos en parte, aquello que rechazas por alguna razón, aquello que te avergüenza, algo que ese fragmento juzgador (porque en realidad en yo todo son fragmentos) califica de feíto, culpabilizador, inmoral o vergonzante. Es que hay cosas que nos dan mucho mucho asco. Y nos entran sudores fríos y un cringe como en las fobias a los insectos casi. Y ese cringe está en “yo”, pero ¡No! ¡SEMEJANTE BICHO NO PUEDE SER PARTE DE MÍ! No, no lo soportamos. Definitivamente, teníamos que parcelar y crear a Sombra para no volvernos locos, para salir a la calle sin la cabeza agachada y no sentirnos una maldita cucaracha. Jo, Reyes, qué exagerada eres… bueno, ¡igual sí lo estoy siendo! Para todo hay grados, no hace falta tanto tampoco. Pero, en general, Sombra te protege de todos esos aspectos que por alguna razón odias en “yo” (porque nos gustaría ser de otra manera? Porque nos gustaría ser lo que llamaríamos “mejor persona”…?), de todo lo que no te gusta en “yo”.

¿CUÁL ES EL PELIGRO DE ESTO? Creer que, efectivamente, Sombra es “otra cosa” (otro), una entidad independiente, muy lejos de yo, eso es el peligro en esto. ¿Por qué es peligroso? No solo porque es auto-engaño, sino porque, cuando creemos que Sombra no existe, es cuando Sombra nos manipula… ¡desde las tinieblas!

Je,je,je.

Pero tenemos algo, algunas herramientas. Nuestro espejo es ese a quien llamamos “el otro”, porque es en él donde Sombra se proyecta.

Cada juicio sobre “el otro”, es en realidad una confesión en la que “yo” habla de “yo”. Cada juicio sobre el otro, es una confesión en la que cada “yo” habla de cómo son sus ojos, de cómo ve “la realidad” (su realidad).

Decía que teníamos una herramienta. Un instrumento que nos da pistas para identificar cuándo Sombra nos está manipulando. Porque estar en un laberinto de espejos es muy difícil si uno no sabe que está en un laberinto de espejos. Lo del laberinto de espejos tiene múltiples aplicaciones: ¿crees que le estás tirando una piedra a otro? Quizá te la estás tirando a tu propio reflejo que confundes con “otro”.

Pero volvamos a la herramienta de marras. Precisamente, se llama “ley del espejo”. Lo que voy a desarrollar a continuación es una versión “tuneada” que ha resultado más resonante/ funcional para mí con el paso de los años, porque lo cierto es que los supuestos de esta ley se pueden formular de muchas formas. Espero que esta manera de formularlo te llegue y te sea útil… para que seas, a cada momento que caces a tu propia Sombra, un poquito más libre. Porque todos tenemos derecho a no ser manipulados, y menos por ese gran “otro” desconocido que en realidad vive en nosotros mismos.



LEY DEL ESPEJO: SUPUESTOS.

1-Si un juicio del otro me desbarata aunque sé que no es cierto, esto me está reflejando que en el fondo YO PIENSO QUE ESE JUICIO ES O PODRÍA SER CIERTO.

Piénsalo. Si te cruzas con un tipo en la calle y te dice que eres verde y con antenas, probablemente te reirías y te preguntarías qué tipo de droga se ha fumado ese señor para ver lo que está viendo. Porque está claro que eso que él está viendo no eres tú. ¿Por qué iba a afectarte algo que no tiene que ver contigo? Es que ni te molestarías en increparle de vuelta, ¡ni mucho menos en discutir! Ni te lo tomarías como un insulto porque, para sentirte insultado, primero tienes que aceptar que dicho insulto es para ti (aceptar ese balón y recibirlo como “tuyo”). Y está claro que cae por su propio peso que tú, ni eres verde, ni tienes antenas. Así que, desde luego, ¡no tienes nada contra lo que defenderte! El problema ahí es el pobre tipo, no tú.

Analizar las reacciones es importante. Para empezar, si algo te hace reaccionar, es que das importancia (y, aunque te resistas a admitirlo, credibilidad) a ese algo. El asunto de “verde y con antenas” no puede tener credibilidad por ningún sitio, ¿verdad? Tu reacción no sería de defensa. Tampoco te afligirías, por mucho que quien dijera esto fuera una persona cercana. Quizá te preocuparías por su salud, porque si está viendo eso es que no anda muy bien de la vista… pero no te afligirías por ti. No te sentirías impotente por no poder demostrarle que no eres verde con antenas (ni que tuvieras tú algo que hacer con eso!). Bueno, igual ha tenido un mal día y está viendo lo que no es, yo qué sé. ¿Qué importancia le darías a eso realmente? Sólo se me ocurre miedo a que no pudiera verte, y creo… creo que eso le ha pasado a mucha gente (a muchos otros, a muchos yoes). Yo misma pasé mucho tiempo sin poder “ver” a quienes tenía en frente, porque mi propio sufrimiento era más grande que cualquier otra cosa en mi radio de atención. Y a la vez, sufría porque no me “veían” a mí.

Vamos a intentar pensar en otro ejemplo. Un ejemplo no tan exagerado. Uno más… mundano. Digamos que el juicio de valor que ese otro te hace es: “estás loco”. Whoa. Aquí a lo mejor sí te entran ganitas de (defenderte) cerrarle la bocaza. Por alguna razón, aquí a lo mejor sí que te parece que es procedente y te ves en algún tipo de obligación de “reafirmarte”. Decir cuál es tu sitio, como si estuvieras en riesgo de perderlo. Aquí sí que importa lo que otro piense; aquí, de pronto, la verdad sobre ti parece estar en la cuerda floja.

No, mi querido amigo, esto no es por “lo que te dice otro”. La traducción de este primer supuesto es: EL JUICIO DEL OTRO, CUANDO ME AFECTA, ME ESTÁ REFLEJANDO MI PROPIO JUICIO. El juicio que hace otro, cuando yo le doy importancia y credibilidad, me está reflejando EL JUICIO QUE YO MISMO HAGO (que Sombra hace) SOBRE MÍ.



2a-Lo que me molesta en otro en gran medida y siento que tengo a toda costa la necesidad de cambiarlo, ME PERTENECE A MÍ.
O lo que es lo mismo, lo que me molesta e irrita en grado máximo del otro y siento necesidad de cambiarlo en el otro, me está mostrando a mi propia Sombra.

Como todo, en este laberinto de espejos, es más fácil entender las cosas si las vemos en “otros”. Todos hemos tenido ese vecino que no es mal tipo pero sí un poquito pesado, porque es un auténtico alcahueto: el radio patio, el que está todo el día raca y raca y que al mismo tiempo… ¡se queja constantemente de lo chismosos que son los demás, hablando a sus espaldas!



2b-Lo que me molesta, irrita en grado máximo y quiero a toda costa cambiar en otro, ME ESTÁ MOSTRANDO LO CONTRARIO EN MÍ.

Pongamos que mi primo es muy agarrao. Y yo… es que no puedo con eso. Es que no sé… de hecho no sé por qué me afecta TANTO, porque a mí mi primo no me ha hecho nada directamente, pero es que veo lo tacaño que es y UUUUUFFFFF es que me pone de una ostia…

Y en este caso, pongamos que yo no soy tacaña. Así pues, no me está “espejando” mi primo algo que supuestamente yo tengo en mí.

Claro, quizá precisamente es que yo estoy en el extremo contrario, y el juicio de Sombra que estoy experimentando es que soy “demasiado desprendida”. Quizá es que es eso lo que niego ver en mí, porque no me gusta nada. A lo mejor me muero de rabia al ver lo que hace mi primo porque yo, vamos, no es que sea generosa, es que doy la mano y me cogen el brazo! Y tengo problemas para poner límites, y no debería, y (blablablá, aquí viene toda la batería de auto-recriminaciones que no me hago porque gracias a dios Sombra existe para protegerme y que, en lugar de taladrarme, lo proyecte en mi primo).

En cualquier caso, mi irritación y mi rabia hacia mi primo me están mostrando un aspecto mío que yo rechazo mirar (porque esa misma irritación la siento hacia mí cuando “me dejo” agarrar el brazo y siento que se aprovechan de mi generosidad de algún modo; por vergüenza, porque no aguanto eso y lo he colocado en “otro”), y me están mostrando las áreas donde yo puedo trabajar en mí para no sufrir más de lo necesario. Es interesante que quizá si, de forma consciente, yo trabajo en esta área de mí… tal vez podré comprobar que, pasado un tiempo, ya no me molesta tanto lo agarrao que es mi primo. Cada uno es como es, y hace con su vida lo que quiere.



3-Lo que a otro le molesta en grado máximo de mí y quiere cambiar a toda costa en mí, sin que a mí me afecte, LE PERTENECE A ÉL o espejea su propia carencia (en cualquier caso, el trabajo personal en esto es suyo).

Este es el reverso de el primer supuesto, cuando yo sé perfectamente que “loco” no estoy, o que verde con antenas no soy. Lo que sea que le esté pasando al otro por la cabeza cuando me mira a mí, ni lo puedo saber, ni es mi guerra… tristemente (y digo tristemente porque guerra nadie la merece), es la suya.

Uno podría pensar al llegar aquí: “claro, Reyes. Todo esto está muy bien, pero ¿Y SI YO TENGO RAZÓN, Y ESTOY MOLESTA POR RAZONES REALES -reales para ti!!-, que a mi parecer van más allá de lo subjetivo, y que el otro NO ACEPTA? ¿Y si le estoy diciendo (por poner un ejemplo) que es un guarro (juicio/conclusión) y eso es objetivo (porque tú lo digas) cuando veo el cuarto de baño lleno de pelos y la taza del váter sin tapar? Bueno… ahí estaríamos asumiendo… que el otro no ve lo que en realidad tiene, y me dirías que eso es de lo que se trata este texto. Ahora bien, ¿estás seguro/a de que no reacciona, para empezar? Es muy posible que la reacción del otro te pase desapercibida a ti, sencillamente por no ser la misma que tú tendrías. Y, si has contestado sí a esto (no reacciona, no le afecta, no le importa lo que yo le digo/lo que yo necesito PERO LO ES, ES UN GUARRO Y NO LO AGUANTO MÁS -xd-), ¿estás seguro/a de que el otro DEBERÍA CAMBIAR? Esta es la clave. Si piensas que el otro debe cambiar como condición insalvable para estar contigo, que es imposible estar a su lado si no cambia (y puedes tener tus razones para esto, tus prioridades, tus heridas, todo ello lícito y probablemente en relación con algo que también lícitamente no estás dispuesto a cambiar en ti mismo), si estás segur@ de esto, ¿por qué sigues con esa persona? ¿Porque “le quieres (pero estás esperando que cambie)”…? Ay. De corazón te digo, que dios te libre a ti de quien te quiera así.









4-Lo que amo y admiro en el otro, TAMBIÉN ESTÁ EN MÍ.


Este supuesto quizá te suena ajeno o imposible. Por suerte o por desgracia, no te lo puedo desarrollar. Creo que el trabajo de campo más bello que uno puede hacer, es descubrir en uno mismo la verdad que encierra este punto número 4.

Es cierto que lo que amo y admiro en el otro, si lo detecto, si lo veo, es porque está en mí y en mi manera de entender la vida. Bien manifestado sin que me de cuenta, bien en potencia y viable en su manifestación. La envidia funciona desde una perspectiva de carencia; cuando envidiamos es porque, en el fondo, entendemos que esa puerta que el otro tiene abierta está cerrada sin remedio para nosotros, y nos sentimos desgraciados porque jamás podremos optar a ser o a tener como esta persona. Sin embargo, cuando admiramos es porque, en el fondo de nuestro ser, aspiramos a crecer como esa persona, apoyándonos en ella, fijándonos en ella con la disposición de aprender. Recuerda que, en esto como en todo lo que emprendemos, “difícil” significa “posible”.



5-Cómo trato a los demás es un reflejo de cómo me trato a mí mismo. Cómo me trato a mí mismo, es un reflejo de cómo trato a los demás desde mi pensamiento, porque esa es la única forma de tratar que conozco. (O dicho de otro modo: lo que das, te lo das).

Para desentrañar la verdad en esto, sólo hay que hacer lo que hemos venido haciendo a lo largo de este texto: detener la instantánea, y luego girarla en espejo.

¿Qué piensas del que “te traiciona” y de aquel que no cumple tus expectativas “emocionales”? Sé sincero, por favor. ¿Qué piensas del que te hiere, con qué palabras le defines o le juzgas? (¿es una “mala persona”? ¿es “monstruoso”?) ¿Odias al otro cuando sientes que te traiciona, o cuando hizo algo que tú ni esperabas ni has podido entender? ¿Odias al otro cuando sientes que te ha herido, o que te ha fallado, o que te ha mostrado una parte “vil” o tóxica de sí mismo? ¿Te sientes incapaz de perdonar a ese otro, viéndolo como tu verdugo y viéndote tú como la víctima suya?

Para la instantánea y dale la vuelta:

¿Has sentido alguna vez que la gente te odia porque no te entiende? ¿Crees que hay personas que odian lo que no entienden? ¿Has sentido dolor por esto?

Es un poco duro darnos cuenta de que nosotros hemos hecho a otros precisamente eso que más nos ha dolido que nos hagan, pero… bueno, es lo que decía antes: es muy jodido vivir en un laberinto de espejos sin saber que uno está en un laberinto de espejos. Vamos a enfrentar esto sin culpas, desde la pura observación, que es el punto desde donde todos aprendemos.

Siguiendo con el mismo hilo de razonamiento al otro lado: ¿Qué piensas de ti mismo cuando te traicionas? ¿Qué piensas de ti mismo cuando te hieres o crees que has herido a otros con acciones, con palabras o por omisión? ¿Con qué palabras te defines, te hablas a ti mismo y te juzgas? ¿Te odias a ti mismo cuando sientes que has fallado? ¿Te sientes incapaz de perdonarte por algo? ¿Eres la víctima de ti mismo, eres tú tu propio verdugo?

El que odia, ¿es la víctima o es el verdugo? ¿Se puede ser víctima y verdugo al mismo tiempo? O, dicho de otro modo: ¿existe la eterna víctima que solo es víctima de forma sistemática, y el eterno verdugo que sólo es verdugo y nada más?

Si me estoy sintiendo como víctima en el mundo de lo no físico, es porque estoy entendiendo la vida en estos términos de víctima-verdugo. Así que, si veo la víctima en mí, es porque el verdugo ha de estar también en alguna parte de mí. Si me juzgo a mí misma como víctima de algo en el mundo de lo psíquico, es momento de observar, ser objetiv@ y valorar si le estoy haciendo eso mismo (o lo opuesto) a otra persona o a mí mismo.

¿Sentirte víctima de otros te da derecho a ser verdugo de otros? ¿Sentirte víctima de ti mismo, en qué te transforma? ¿La responsabilidad de mi bienestar, es del otro o es de “yo”? ¿Es un derecho odiar, o es un sufrimiento? ¿Es una cruzada, o es una cruz? La venganza y el rencor son espadas que cortan por los dos lados; lo que das, te lo das.

Si trato al otro como si fuera una cosa en el mundo de lo psíquico, en términos de retener, patear o poseer, probablemente me esté tratando a mí mismo de igual modo; probablemente concibo las relaciones interpersonales de ese modo, incluyendo la relación conmigo mismo.

Si miras al otro desde el amor, automáticamente verás el amor en el otro; aunque esté “enmascarado” en la confusión mental, el amor es causa y principio. Respecto a esto, el adulto es un niño confundido que quiere volver a casa. ¿Por qué tiene celos, sino porque entiende que no tiene suficiente amor? ¿Por qué tiene ira si no es por sentirse malogrado en amor? ¿Por qué tiene odio sino porque NO PUEDE mantenerse indiferente? Con rascar solo un poco, con indagar sólo un poco en el sufrimiento, es el amor lo que se muestra como causa aunque esté percibido “en negativo”. En uno de los principios del hermetismo/filosofía hermética encontramos: "los opuestos son IDÉNTICOS pero diferentes en grado"; esto es lo que sucede con lo que llamamos "amor" y "odio". En substancia son idénticos; el segundo sólo es el reverso del primero.

Si miras al otro desde el amor, automáticamente verás el amor en ti mismo. Ese mismo amor con el que miras al otro, lo tienes hacia ti por naturaleza, y viceversa. Tanto “yo” como ese “otro yo” (ese otro que se llama “yo” a sí mismo) merecen ser amados. Si sé lo importante que es para mí sentir amor, automáticamente sé lo importante que eso mismo es para otro. ¿Es posible amarme a mí mismo exactamente de igual manera que amo a otros, sólo por saber perfectamente que yo necesito amor? ¿Es posible ser tolerante del mismo modo con otros, como lo soy conmigo, y viceversa? Cuando doy respeto y tolerancia a los demás, me incluyo a mí como humano. Cuando doy lo mejor que tengo, lo mejor que soy a los demás, me incluyo en ese reparto a mí mismo. En cuestión de “dar” lo que sea, el emisor está también en la diana y en su propio punto de mira.

Ah, cuántas preguntas, cuántos reflejos de la misma cosa en este laberinto de espejos…
Si es verdad que el infierno son los otros, ¿por qué razón siento yo el infierno en mí? :hearth:
 
Última edición:
Pues sí @Virginia 42 :corazoncitos: ¡estoy totalmente de acuerdo contigo! no por el infierno en mí (que por desgracia es algo que siento mucho más propio que de otros) pero sí en aceptar qué muestra el espejo sobre cada uno de nosotros ... y que ¡tanto nos cuesta aceptar a las personas que tenemos TLP! ... (como identidad propia).

:bessito:
 
Pues sí @Virginia 42 :corazoncitos: ¡estoy totalmente de acuerdo contigo! no por el infierno en mí (que por desgracia es algo que siento mucho más propio que de otros) pero sí en aceptar qué muestra el espejo sobre cada uno de nosotros ... y que ¡tanto nos cuesta aceptar a las personas que tenemos TLP! ... (como identidad propia).

:bessito:
Preciosa @Xusi , mil gracias por leer y un abrazo con todo el amor ;;;;!!!! Muchas gracias por estar siempre ahí :cariño::corazoncillos:
 
“El infierno son los otros”, escribió Sartre. “El otro”, ese gran desconocido. Ese en el que a veces colocamos lo que no soportamos en nuestro propio yo. Ese ser impenetrable, “el otro”, que a muchos nos ha dado a veces auténtico MIEDO.

Vamos a intentar entender la vida por un momento como un laberinto de espejos. Paremos esta instantánea: todo es un laberinto de espejos. Porque, para otro, “yo” soy “el otro”. Así que en realidad, lo que tenemos aquí es una pista donde sólo bailan “yoes”. “El otro” como tal es una entelequia, no existe; “el otro” es, en realidad “otro yo”. Otro “yo” que yo no conozco, otro “yo” más entre todos los que a nosotros mismos nos llamamos “yo”.

Algo en ti puede que se esté rebelando fuerte ahora. ¿Cómo va a ser “otro” otro yo? Yo soy yo! Sólo existo yo, y el otro no tiene ni idea de mí! (y yo no tengo ni idea del otro!)… ¿de verdad?

Vamos a intentar parar otra vez la instantánea. Vamos a detenernos en tu propio espejo, en la foto de ese al que tú llamas “yo”, y yo llamo “otro”. Porque, sí! Adivinaste, para mí, yo soy yo, y tú eres el otro.

Pero vamos a volver a esta fotografía en la que estás tú en frente de ti mismo. ¿Crees que conoces a ese que tú llamas “yo”? ¿Crees que podrías conocerlo alguna vez, en su plena dimensión?

¿Qué es lo que puedes VER, en esa foto? ¿Tiene coherencia lo que VES con lo que puedes sentir?

Lo que veas, limitado es. Déjame decirte que hay dimensiones de ti mismo para las cuales tu vista no alcanza. ¿Acaso hay una parte de “yo” que está en “los demás”? Algo en ti se está volviendo a rebelar. Puede que incluso te sientas mareado. No, no quieres pensar en esto (¡qué difícil es pensar fuera de “yo”! Pero no te asustes, sólo es difícil al principio, cuando estás desentrenado).

Todos los que nos llamamos “yo” a cada uno de nosotros, tenemos ALGO en nosotros que desconocemos. Así, someramente hablando, pongamos un porcentaje de materia oscura, de desconocimiento total. ¿Qué porcentaje desconocido de ti mismo pondrías tú que tienes en ti, así, a bote pronto, por intuición? ¿Crees que para esto podría haber un “rango normal” de porcentajes? ¿Crees que existe alguna persona que se conozca al 100% completamente, 100% lucidez en TODAS sus dimensiones?

Bien. A esta “región desconocida” del yo (de ti mismo, de cualquier persona), para identificarla, vamos a nombrarla. Llamémosle “Sombra”, solo para saber que está ahí. La buena noticia es que sólo saber que Sombra está ahí YA ES MUCHO que hemos ganado en auto-conocimiento, aunque esto te parezca una bobada. Ya, sí, sí, ya sé… queremos controlar, creemos que necesitamos SABER, quién es esa maldita sombra, si es “buena” o es “mala” (como siempre, juzgando), por qué no la puedo ver y por qué se esconde, QUÉ NOMBRES REALES TIENE y blablablá… bueno, pues paremos otra vez esta instantánea. Necesitamos entender que lo realmente necesario es que sepamos que Sombra existe, y que vive en “yo”. Necesitamos aprender que no necesitamos saber más. Saber esto, ya es mucho.

Qué fácil, ¿no? Je,je. Bueno. No te creas. Sombra está ahí por algo.

Sombra es aquel sujeto que no ves en ti mismo, pero existe. ¿Por qué existe sombra? Tal vez porque Sombra es, al menos en parte, aquello que rechazas por alguna razón, aquello que te avergüenza, algo que ese fragmento juzgador (porque en realidad en yo todo son fragmentos) califica de feíto, culpabilizador, inmoral o vergonzante. Es que hay cosas que nos dan mucho mucho asco. Y nos entran sudores fríos y un cringe como en las fobias a los insectos casi. Y ese cringe está en “yo”, pero ¡No! ¡SEMEJANTE BICHO NO PUEDE SER PARTE DE MÍ! No, no lo soportamos. Definitivamente, teníamos que parcelar y crear a Sombra para no volvernos locos, para salir a la calle sin la cabeza agachada y no sentirnos una maldita cucaracha. Jo, Reyes, qué exagerada eres… bueno, ¡igual sí lo estoy siendo! Para todo hay grados, no hace falta tanto tampoco. Pero, en general, Sombra te protege de todos esos aspectos que por alguna razón odias en “yo” (porque nos gustaría ser de otra manera? Porque nos gustaría ser lo que llamaríamos “mejor persona”…?), de todo lo que no te gusta en “yo”.

¿CUÁL ES EL PELIGRO DE ESTO? Creer que, efectivamente, Sombra es “otra cosa” (otro), una entidad independiente, muy lejos de yo, eso es el peligro en esto. ¿Por qué es peligroso? No solo porque es auto-engaño, sino porque, cuando creemos que Sombra no existe, es cuando Sombra nos manipula… ¡desde las tinieblas!

Je,je,je.

Pero tenemos algo, algunas herramientas. Nuestro espejo es ese a quien llamamos “el otro”, porque es en él donde Sombra se proyecta.

Cada juicio sobre “el otro”, es en realidad una confesión en la que “yo” habla de “yo”. Cada juicio sobre el otro, es una confesión en la que cada “yo” habla de cómo son sus ojos, de cómo ve “la realidad” (su realidad).

Decía que teníamos una herramienta. Un instrumento que nos da pistas para identificar cuándo Sombra nos está manipulando. Porque estar en un laberinto de espejos es muy difícil si uno no sabe que está en un laberinto de espejos. Lo del laberinto de espejos tiene múltiples aplicaciones: ¿crees que le estás tirando una piedra a otro? Quizá te la estás tirando a tu propio reflejo que confundes con “otro”.

Pero volvamos a la herramienta de marras. Precisamente, se llama “ley del espejo”. Lo que voy a desarrollar a continuación es una versión “tuneada” que ha resultado más resonante/ funcional para mí con el paso de los años, porque lo cierto es que los supuestos de esta ley se pueden formular de muchas formas. Espero que esta manera de formularlo te llegue y te sea útil… para que seas, a cada momento que caces a tu propia Sombra, un poquito más libre. Porque todos tenemos derecho a no ser manipulados, y menos por ese gran “otro” desconocido que en realidad vive en nosotros mismos.



LEY DEL ESPEJO: SUPUESTOS.

1-Si un juicio del otro me desbarata aunque sé que no es cierto, esto me está reflejando que en el fondo YO PIENSO QUE ESE JUICIO ES O PODRÍA SER CIERTO.

Piénsalo. Si te cruzas con un tipo en la calle y te dice que eres verde y con antenas, probablemente te reirías y te preguntarías qué tipo de droga se ha fumado ese señor para ver lo que está viendo. Porque está claro que eso que él está viendo no eres tú. ¿Por qué iba a afectarte algo que no tiene que ver contigo? Es que ni te molestarías en increparle de vuelta, ¡ni mucho menos en discutir! Ni te lo tomarías como un insulto porque, para sentirte insultado, primero tienes que aceptar que dicho insulto es para ti (aceptar ese balón y recibirlo como “tuyo”). Y está claro que cae por su propio peso que tú, ni eres verde, ni tienes antenas. Así que, desde luego, ¡no tienes nada contra lo que defenderte! El problema ahí es el pobre tipo, no tú.

Analizar las reacciones es importante. Para empezar, si algo te hace reaccionar, es que das importancia (y, aunque te resistas a admitirlo, credibilidad) a ese algo. El asunto de “verde y con antenas” no puede tener credibilidad por ningún sitio, ¿verdad? Tu reacción no sería de defensa. Tampoco te afligirías, por mucho que quien dijera esto fuera una persona cercana. Quizá te preocuparías por su salud, porque si está viendo eso es que no anda muy bien de la vista… pero no te afligirías por ti. No te sentirías impotente por no poder demostrarle que no eres verde con antenas (ni que tuvieras tú algo que hacer con eso!). Bueno, igual ha tenido un mal día y está viendo lo que no es, yo qué sé. ¿Qué importancia le darías a eso realmente? Sólo se me ocurre miedo a que no pudiera verte, y creo… creo que eso le ha pasado a mucha gente (a muchos otros, a muchos yoes). Yo misma pasé mucho tiempo sin poder “ver” a quienes tenía en frente, porque mi propio sufrimiento era más grande que cualquier otra cosa en mi radio de atención. Y a la vez, sufría porque no me “veían” a mí.

Vamos a intentar pensar en otro ejemplo. Un ejemplo no tan exagerado. Uno más… mundano. Digamos que el juicio de valor que ese otro te hace es: “estás loco”. Whoa. Aquí a lo mejor sí te entran ganitas de (defenderte) cerrarle la bocaza. Por alguna razón, aquí a lo mejor sí que te parece que es procedente y te ves en algún tipo de obligación de “reafirmarte”. Decir cuál es tu sitio, como si estuvieras en riesgo de perderlo. Aquí sí que importa lo que otro piense; aquí, de pronto, la verdad sobre ti parece estar en la cuerda floja.

No, mi querido amigo, esto no es por “lo que te dice otro”. La traducción de este primer supuesto es: EL JUICIO DEL OTRO, CUANDO ME AFECTA, ME ESTÁ REFLEJANDO MI PROPIO JUICIO. El juicio que hace otro, cuando yo le doy importancia y credibilidad, me está reflejando EL JUICIO QUE YO MISMO HAGO (que Sombra hace) SOBRE MÍ.



2a-Lo que me molesta en otro en gran medida y siento que tengo a toda costa la necesidad de cambiarlo, ME PERTENECE A MÍ.
O lo que es lo mismo, lo que me molesta e irrita en grado máximo del otro y siento necesidad de cambiarlo en el otro, me está mostrando a mi propia Sombra.

Como todo, en este laberinto de espejos, es más fácil entender las cosas si las vemos en “otros”. Todos hemos tenido ese vecino que no es mal tipo pero sí un poquito pesado, porque es un auténtico alcahueto: el radio patio, el que está todo el día raca y raca y que al mismo tiempo… ¡se queja constantemente de lo chismosos que son los demás, hablando a sus espaldas!



2b-Lo que me molesta, irrita en grado máximo y quiero a toda costa cambiar en otro, ME ESTÁ MOSTRANDO LO CONTRARIO EN MÍ.

Pongamos que mi primo es muy agarrao. Y yo… es que no puedo con eso. Es que no sé… de hecho no sé por qué me afecta TANTO, porque a mí mi primo no me ha hecho nada directamente, pero es que veo lo tacaño que es y UUUUUFFFFF es que me pone de una ostia…

Y en este caso, pongamos que yo no soy tacaña. Así pues, no me está “espejando” mi primo algo que supuestamente yo tengo en mí.

Claro, quizá precisamente es que yo estoy en el extremo contrario, y el juicio de Sombra que estoy experimentando es que soy “demasiado desprendida”. Quizá es que es eso lo que niego ver en mí, porque no me gusta nada. A lo mejor me muero de rabia al ver lo que hace mi primo porque yo, vamos, no es que sea generosa, es que doy la mano y me cogen el brazo! Y tengo problemas para poner límites, y no debería, y (blablablá, aquí viene toda la batería de auto-recriminaciones que no me hago porque gracias a dios Sombra existe para protegerme y que, en lugar de taladrarme, lo proyecte en mi primo).

En cualquier caso, mi irritación y mi rabia hacia mi primo me están mostrando un aspecto mío que yo rechazo mirar (porque esa misma irritación la siento hacia mí cuando “me dejo” agarrar el brazo y siento que se aprovechan de mi generosidad de algún modo; por vergüenza, porque no aguanto eso y lo he colocado en “otro”), y me están mostrando las áreas donde yo puedo trabajar en mí para no sufrir más de lo necesario. Es interesante que quizá si, de forma consciente, yo trabajo en esta área de mí… tal vez podré comprobar que, pasado un tiempo, ya no me molesta tanto lo agarrao que es mi primo. Cada uno es como es, y hace con su vida lo que quiere.



3-Lo que a otro le molesta en grado máximo de mí y quiere cambiar a toda costa en mí, sin que a mí me afecte, LE PERTENECE A ÉL o espejea su propia carencia (en cualquier caso, el trabajo personal en esto es suyo).

Este es el reverso de el primer supuesto, cuando yo sé perfectamente que “loco” no estoy, o que verde con antenas no soy. Lo que sea que le esté pasando al otro por la cabeza cuando me mira a mí, ni lo puedo saber, ni es mi guerra… tristemente (y digo tristemente porque guerra nadie la merece), es la suya.

Uno podría pensar al llegar aquí: “claro, Reyes. Todo esto está muy bien, pero ¿Y SI YO TENGO RAZÓN, Y ESTOY MOLESTA POR RAZONES REALES -reales para ti!!-, que a mi parecer van más allá de lo subjetivo, y que el otro NO ACEPTA? ¿Y si le estoy diciendo (por poner un ejemplo) que es un guarro (juicio/conclusión) y eso es objetivo (porque tú lo digas) cuando veo el cuarto de baño lleno de pelos y la taza del váter sin tapar? Bueno… ahí estaríamos asumiendo… que el otro no ve lo que en realidad tiene, y me dirías que eso es de lo que se trata este texto. Ahora bien, ¿estás seguro/a de que no reacciona, para empezar? Es muy posible que la reacción del otro te pase desapercibida a ti, sencillamente por no ser la misma que tú tendrías. Y, si has contestado sí a esto (no reacciona, no le afecta, no le importa lo que yo le digo/lo que yo necesito PERO LO ES, ES UN GUARRO Y NO LO AGUANTO MÁS -xd-), ¿estás seguro/a de que el otro DEBERÍA CAMBIAR? Esta es la clave. Si piensas que el otro debe cambiar como condición insalvable para estar contigo, que es imposible estar a su lado si no cambia (y puedes tener tus razones para esto, tus prioridades, tus heridas, todo ello lícito y probablemente en relación con algo que también lícitamente no estás dispuesto a cambiar en ti mismo), si estás segur@ de esto, ¿por qué sigues con esa persona? ¿Porque “le quieres (pero estás esperando que cambie)”…? Ay. De corazón te digo, que dios te libre a ti de quien te quiera así.









4-Lo que amo y admiro en el otro, TAMBIÉN ESTÁ EN MÍ.


Este supuesto quizá te suena ajeno o imposible. Por suerte o por desgracia, no te lo puedo desarrollar. Creo que el trabajo de campo más bello que uno puede hacer, es descubrir en uno mismo la verdad que encierra este punto número 4.

Es cierto que lo que amo y admiro en el otro, si lo detecto, si lo veo, es porque está en mí y en mi manera de entender la vida. Bien manifestado sin que me de cuenta, bien en potencia y viable en su manifestación. La envidia funciona desde una perspectiva de carencia; cuando envidiamos es porque, en el fondo, entendemos que esa puerta que el otro tiene abierta está cerrada sin remedio para nosotros, y nos sentimos desgraciados porque jamás podremos optar a ser o a tener como esta persona. Sin embargo, cuando admiramos es porque, en el fondo de nuestro ser, aspiramos a crecer como esa persona, apoyándonos en ella, fijándonos en ella con la disposición de aprender. Recuerda que, en esto como en todo lo que emprendemos, “difícil” significa “posible”.



5-Cómo trato a los demás es un reflejo de cómo me trato a mí mismo. Cómo me trato a mí mismo, es un reflejo de cómo trato a los demás desde mi pensamiento, porque esa es la única forma de tratar que conozco. (O dicho de otro modo: lo que das, te lo das).

Para desentrañar la verdad en esto, sólo hay que hacer lo que hemos venido haciendo a lo largo de este texto: detener la instantánea, y luego girarla en espejo.

¿Qué piensas del que “te traiciona” y de aquel que no cumple tus expectativas “emocionales”? Sé sincero, por favor. ¿Qué piensas del que te hiere, con qué palabras le defines o le juzgas? (¿es una “mala persona”? ¿es “monstruoso”?) ¿Odias al otro cuando sientes que te traiciona, o cuando hizo algo que tú ni esperabas ni has podido entender? ¿Odias al otro cuando sientes que te ha herido, o que te ha fallado, o que te ha mostrado una parte “vil” o tóxica de sí mismo? ¿Te sientes incapaz de perdonar a ese otro, viéndolo como tu verdugo y viéndote tú como la víctima suya?

Para la instantánea y dale la vuelta:

¿Has sentido alguna vez que la gente te odia porque no te entiende? ¿Crees que hay personas que odian lo que no entienden? ¿Has sentido dolor por esto?

Es un poco duro darnos cuenta de que nosotros hemos hecho a otros precisamente eso que más nos ha dolido que nos hagan, pero… bueno, es lo que decía antes: es muy jodido vivir en un laberinto de espejos sin saber que uno está en un laberinto de espejos. Vamos a enfrentar esto sin culpas, desde la pura observación, que es el punto desde donde todos aprendemos.

Siguiendo con el mismo hilo de razonamiento al otro lado: ¿Qué piensas de ti mismo cuando te traicionas? ¿Qué piensas de ti mismo cuando te hieres o crees que has herido a otros con acciones, con palabras o por omisión? ¿Con qué palabras te defines, te hablas a ti mismo y te juzgas? ¿Te odias a ti mismo cuando sientes que has fallado? ¿Te sientes incapaz de perdonarte por algo? ¿Eres la víctima de ti mismo, eres tú tu propio verdugo?

El que odia, ¿es la víctima o es el verdugo? ¿Se puede ser víctima y verdugo al mismo tiempo? O, dicho de otro modo: ¿existe la eterna víctima que solo es víctima de forma sistemática, y el eterno verdugo que sólo es verdugo y nada más?

Si me estoy sintiendo como víctima en el mundo de lo no físico, es porque estoy entendiendo la vida en estos términos de víctima-verdugo. Así que, si veo la víctima en mí, es porque el verdugo ha de estar también en alguna parte de mí. Si me juzgo a mí misma como víctima de algo en el mundo de lo psíquico, es momento de observar, ser objetiv@ y valorar si le estoy haciendo eso mismo (o lo opuesto) a otra persona o a mí mismo.

¿Sentirte víctima de otros te da derecho a ser verdugo de otros? ¿Sentirte víctima de ti mismo, en qué te transforma? ¿La responsabilidad de mi bienestar, es del otro o es de “yo”? ¿Es un derecho odiar, o es un sufrimiento? ¿Es una cruzada, o es una cruz? La venganza y el rencor son espadas que cortan por los dos lados; lo que das, te lo das.

Si trato al otro como si fuera una cosa en el mundo de lo psíquico, en términos de retener, patear o poseer, probablemente me esté tratando a mí mismo de igual modo; probablemente concibo las relaciones interpersonales de ese modo, incluyendo la relación conmigo mismo.

Si miras al otro desde el amor, automáticamente verás el amor en el otro; aunque esté “enmascarado” en la confusión mental, el amor es causa y principio. Respecto a esto, el adulto es un niño confundido que quiere volver a casa. ¿Por qué tiene celos, sino porque entiende que no tiene suficiente amor? ¿Por qué tiene ira si no es por sentirse malogrado en amor? ¿Por qué tiene odio sino porque NO PUEDE mantenerse indiferente? Con rascar solo un poco, con indagar sólo un poco en el sufrimiento, es el amor lo que se muestra como causa aunque esté percibido “en negativo”. En uno de los principios del hermetismo/filosofía hermética encontramos: "los opuestos son IDÉNTICOS pero diferentes en grado"; esto es lo que sucede con lo que llamamos "amor" y "odio". En substancia son idénticos; el segundo sólo es el reverso del primero.

Si miras al otro desde el amor, automáticamente verás el amor en ti mismo. Ese mismo amor con el que miras al otro, lo tienes hacia ti por naturaleza, y viceversa. Tanto “yo” como ese “otro yo” (ese otro que se llama “yo” a sí mismo) merecen ser amados. Si sé lo importante que es para mí sentir amor, automáticamente sé lo importante que eso mismo es para otro. ¿Es posible amarme a mí mismo exactamente de igual manera que amo a otros, sólo por saber perfectamente que yo necesito amor? ¿Es posible ser tolerante del mismo modo con otros, como lo soy conmigo, y viceversa? Cuando doy respeto y tolerancia a los demás, me incluyo a mí como humano. Cuando doy lo mejor que tengo, lo mejor que soy a los demás, me incluyo en ese reparto a mí mismo. En cuestión de “dar” lo que sea, el emisor está también en la diana y en su propio punto de mira.

Ah, cuántas preguntas, cuántos reflejos de la misma cosa en este laberinto de espejos…
Si es verdad que el infierno son los otros, ¿por qué razón siento yo el infierno en mí? :hearth:
Me encanta como escribes y como piensas. Es para leerte 3 veces y poder pillar todos los matices. :aplausos:
 
“El infierno son los otros”, escribió Sartre. “El otro”, ese gran desconocido. Ese en el que a veces colocamos lo que no soportamos en nuestro propio yo. Ese ser impenetrable, “el otro”, que a muchos nos ha dado a veces auténtico MIEDO.

Vamos a intentar entender la vida por un momento como un laberinto de espejos. Paremos esta instantánea: todo es un laberinto de espejos. Porque, para otro, “yo” soy “el otro”. Así que en realidad, lo que tenemos aquí es una pista donde sólo bailan “yoes”. “El otro” como tal es una entelequia, no existe; “el otro” es, en realidad “otro yo”. Otro “yo” que yo no conozco, otro “yo” más entre todos los que a nosotros mismos nos llamamos “yo”.

Algo en ti puede que se esté rebelando fuerte ahora. ¿Cómo va a ser “otro” otro yo? Yo soy yo! Sólo existo yo, y el otro no tiene ni idea de mí! (y yo no tengo ni idea del otro!)… ¿de verdad?

Vamos a intentar parar otra vez la instantánea. Vamos a detenernos en tu propio espejo, en la foto de ese al que tú llamas “yo”, y yo llamo “otro”. Porque, sí! Adivinaste, para mí, yo soy yo, y tú eres el otro.

Pero vamos a volver a esta fotografía en la que estás tú en frente de ti mismo. ¿Crees que conoces a ese que tú llamas “yo”? ¿Crees que podrías conocerlo alguna vez, en su plena dimensión?

¿Qué es lo que puedes VER, en esa foto? ¿Tiene coherencia lo que VES con lo que puedes sentir?

Lo que veas, limitado es. Déjame decirte que hay dimensiones de ti mismo para las cuales tu vista no alcanza. ¿Acaso hay una parte de “yo” que está en “los demás”? Algo en ti se está volviendo a rebelar. Puede que incluso te sientas mareado. No, no quieres pensar en esto (¡qué difícil es pensar fuera de “yo”! Pero no te asustes, sólo es difícil al principio, cuando estás desentrenado).

Todos los que nos llamamos “yo” a cada uno de nosotros, tenemos ALGO en nosotros que desconocemos. Así, someramente hablando, pongamos un porcentaje de materia oscura, de desconocimiento total. ¿Qué porcentaje desconocido de ti mismo pondrías tú que tienes en ti, así, a bote pronto, por intuición? ¿Crees que para esto podría haber un “rango normal” de porcentajes? ¿Crees que existe alguna persona que se conozca al 100% completamente, 100% lucidez en TODAS sus dimensiones?

Bien. A esta “región desconocida” del yo (de ti mismo, de cualquier persona), para identificarla, vamos a nombrarla. Llamémosle “Sombra”, solo para saber que está ahí. La buena noticia es que sólo saber que Sombra está ahí YA ES MUCHO que hemos ganado en auto-conocimiento, aunque esto te parezca una bobada. Ya, sí, sí, ya sé… queremos controlar, creemos que necesitamos SABER, quién es esa maldita sombra, si es “buena” o es “mala” (como siempre, juzgando), por qué no la puedo ver y por qué se esconde, QUÉ NOMBRES REALES TIENE y blablablá… bueno, pues paremos otra vez esta instantánea. Necesitamos entender que lo realmente necesario es que sepamos que Sombra existe, y que vive en “yo”. Necesitamos aprender que no necesitamos saber más. Saber esto, ya es mucho.

Qué fácil, ¿no? Je,je. Bueno. No te creas. Sombra está ahí por algo.

Sombra es aquel sujeto que no ves en ti mismo, pero existe. ¿Por qué existe sombra? Tal vez porque Sombra es, al menos en parte, aquello que rechazas por alguna razón, aquello que te avergüenza, algo que ese fragmento juzgador (porque en realidad en yo todo son fragmentos) califica de feíto, culpabilizador, inmoral o vergonzante. Es que hay cosas que nos dan mucho mucho asco. Y nos entran sudores fríos y un cringe como en las fobias a los insectos casi. Y ese cringe está en “yo”, pero ¡No! ¡SEMEJANTE BICHO NO PUEDE SER PARTE DE MÍ! No, no lo soportamos. Definitivamente, teníamos que parcelar y crear a Sombra para no volvernos locos, para salir a la calle sin la cabeza agachada y no sentirnos una maldita cucaracha. Jo, Reyes, qué exagerada eres… bueno, ¡igual sí lo estoy siendo! Para todo hay grados, no hace falta tanto tampoco. Pero, en general, Sombra te protege de todos esos aspectos que por alguna razón odias en “yo” (porque nos gustaría ser de otra manera? Porque nos gustaría ser lo que llamaríamos “mejor persona”…?), de todo lo que no te gusta en “yo”.

¿CUÁL ES EL PELIGRO DE ESTO? Creer que, efectivamente, Sombra es “otra cosa” (otro), una entidad independiente, muy lejos de yo, eso es el peligro en esto. ¿Por qué es peligroso? No solo porque es auto-engaño, sino porque, cuando creemos que Sombra no existe, es cuando Sombra nos manipula… ¡desde las tinieblas!

Je,je,je.

Pero tenemos algo, algunas herramientas. Nuestro espejo es ese a quien llamamos “el otro”, porque es en él donde Sombra se proyecta.

Cada juicio sobre “el otro”, es en realidad una confesión en la que “yo” habla de “yo”. Cada juicio sobre el otro, es una confesión en la que cada “yo” habla de cómo son sus ojos, de cómo ve “la realidad” (su realidad).

Decía que teníamos una herramienta. Un instrumento que nos da pistas para identificar cuándo Sombra nos está manipulando. Porque estar en un laberinto de espejos es muy difícil si uno no sabe que está en un laberinto de espejos. Lo del laberinto de espejos tiene múltiples aplicaciones: ¿crees que le estás tirando una piedra a otro? Quizá te la estás tirando a tu propio reflejo que confundes con “otro”.

Pero volvamos a la herramienta de marras. Precisamente, se llama “ley del espejo”. Lo que voy a desarrollar a continuación es una versión “tuneada” que ha resultado más resonante/ funcional para mí con el paso de los años, porque lo cierto es que los supuestos de esta ley se pueden formular de muchas formas. Espero que esta manera de formularlo te llegue y te sea útil… para que seas, a cada momento que caces a tu propia Sombra, un poquito más libre. Porque todos tenemos derecho a no ser manipulados, y menos por ese gran “otro” desconocido que en realidad vive en nosotros mismos.



LEY DEL ESPEJO: SUPUESTOS.

1-Si un juicio del otro me desbarata aunque sé que no es cierto, esto me está reflejando que en el fondo YO PIENSO QUE ESE JUICIO ES O PODRÍA SER CIERTO.

Piénsalo. Si te cruzas con un tipo en la calle y te dice que eres verde y con antenas, probablemente te reirías y te preguntarías qué tipo de droga se ha fumado ese señor para ver lo que está viendo. Porque está claro que eso que él está viendo no eres tú. ¿Por qué iba a afectarte algo que no tiene que ver contigo? Es que ni te molestarías en increparle de vuelta, ¡ni mucho menos en discutir! Ni te lo tomarías como un insulto porque, para sentirte insultado, primero tienes que aceptar que dicho insulto es para ti (aceptar ese balón y recibirlo como “tuyo”). Y está claro que cae por su propio peso que tú, ni eres verde, ni tienes antenas. Así que, desde luego, ¡no tienes nada contra lo que defenderte! El problema ahí es el pobre tipo, no tú.

Analizar las reacciones es importante. Para empezar, si algo te hace reaccionar, es que das importancia (y, aunque te resistas a admitirlo, credibilidad) a ese algo. El asunto de “verde y con antenas” no puede tener credibilidad por ningún sitio, ¿verdad? Tu reacción no sería de defensa. Tampoco te afligirías, por mucho que quien dijera esto fuera una persona cercana. Quizá te preocuparías por su salud, porque si está viendo eso es que no anda muy bien de la vista… pero no te afligirías por ti. No te sentirías impotente por no poder demostrarle que no eres verde con antenas (ni que tuvieras tú algo que hacer con eso!). Bueno, igual ha tenido un mal día y está viendo lo que no es, yo qué sé. ¿Qué importancia le darías a eso realmente? Sólo se me ocurre miedo a que no pudiera verte, y creo… creo que eso le ha pasado a mucha gente (a muchos otros, a muchos yoes). Yo misma pasé mucho tiempo sin poder “ver” a quienes tenía en frente, porque mi propio sufrimiento era más grande que cualquier otra cosa en mi radio de atención. Y a la vez, sufría porque no me “veían” a mí.

Vamos a intentar pensar en otro ejemplo. Un ejemplo no tan exagerado. Uno más… mundano. Digamos que el juicio de valor que ese otro te hace es: “estás loco”. Whoa. Aquí a lo mejor sí te entran ganitas de (defenderte) cerrarle la bocaza. Por alguna razón, aquí a lo mejor sí que te parece que es procedente y te ves en algún tipo de obligación de “reafirmarte”. Decir cuál es tu sitio, como si estuvieras en riesgo de perderlo. Aquí sí que importa lo que otro piense; aquí, de pronto, la verdad sobre ti parece estar en la cuerda floja.

No, mi querido amigo, esto no es por “lo que te dice otro”. La traducción de este primer supuesto es: EL JUICIO DEL OTRO, CUANDO ME AFECTA, ME ESTÁ REFLEJANDO MI PROPIO JUICIO. El juicio que hace otro, cuando yo le doy importancia y credibilidad, me está reflejando EL JUICIO QUE YO MISMO HAGO (que Sombra hace) SOBRE MÍ.



2a-Lo que me molesta en otro en gran medida y siento que tengo a toda costa la necesidad de cambiarlo, ME PERTENECE A MÍ.
O lo que es lo mismo, lo que me molesta e irrita en grado máximo del otro y siento necesidad de cambiarlo en el otro, me está mostrando a mi propia Sombra.

Como todo, en este laberinto de espejos, es más fácil entender las cosas si las vemos en “otros”. Todos hemos tenido ese vecino que no es mal tipo pero sí un poquito pesado, porque es un auténtico alcahueto: el radio patio, el que está todo el día raca y raca y que al mismo tiempo… ¡se queja constantemente de lo chismosos que son los demás, hablando a sus espaldas!



2b-Lo que me molesta, irrita en grado máximo y quiero a toda costa cambiar en otro, ME ESTÁ MOSTRANDO LO CONTRARIO EN MÍ.

Pongamos que mi primo es muy agarrao. Y yo… es que no puedo con eso. Es que no sé… de hecho no sé por qué me afecta TANTO, porque a mí mi primo no me ha hecho nada directamente, pero es que veo lo tacaño que es y UUUUUFFFFF es que me pone de una ostia…

Y en este caso, pongamos que yo no soy tacaña. Así pues, no me está “espejando” mi primo algo que supuestamente yo tengo en mí.

Claro, quizá precisamente es que yo estoy en el extremo contrario, y el juicio de Sombra que estoy experimentando es que soy “demasiado desprendida”. Quizá es que es eso lo que niego ver en mí, porque no me gusta nada. A lo mejor me muero de rabia al ver lo que hace mi primo porque yo, vamos, no es que sea generosa, es que doy la mano y me cogen el brazo! Y tengo problemas para poner límites, y no debería, y (blablablá, aquí viene toda la batería de auto-recriminaciones que no me hago porque gracias a dios Sombra existe para protegerme y que, en lugar de taladrarme, lo proyecte en mi primo).

En cualquier caso, mi irritación y mi rabia hacia mi primo me están mostrando un aspecto mío que yo rechazo mirar (porque esa misma irritación la siento hacia mí cuando “me dejo” agarrar el brazo y siento que se aprovechan de mi generosidad de algún modo; por vergüenza, porque no aguanto eso y lo he colocado en “otro”), y me están mostrando las áreas donde yo puedo trabajar en mí para no sufrir más de lo necesario. Es interesante que quizá si, de forma consciente, yo trabajo en esta área de mí… tal vez podré comprobar que, pasado un tiempo, ya no me molesta tanto lo agarrao que es mi primo. Cada uno es como es, y hace con su vida lo que quiere.



3-Lo que a otro le molesta en grado máximo de mí y quiere cambiar a toda costa en mí, sin que a mí me afecte, LE PERTENECE A ÉL o espejea su propia carencia (en cualquier caso, el trabajo personal en esto es suyo).

Este es el reverso de el primer supuesto, cuando yo sé perfectamente que “loco” no estoy, o que verde con antenas no soy. Lo que sea que le esté pasando al otro por la cabeza cuando me mira a mí, ni lo puedo saber, ni es mi guerra… tristemente (y digo tristemente porque guerra nadie la merece), es la suya.

Uno podría pensar al llegar aquí: “claro, Reyes. Todo esto está muy bien, pero ¿Y SI YO TENGO RAZÓN, Y ESTOY MOLESTA POR RAZONES REALES -reales para ti!!-, que a mi parecer van más allá de lo subjetivo, y que el otro NO ACEPTA? ¿Y si le estoy diciendo (por poner un ejemplo) que es un guarro (juicio/conclusión) y eso es objetivo (porque tú lo digas) cuando veo el cuarto de baño lleno de pelos y la taza del váter sin tapar? Bueno… ahí estaríamos asumiendo… que el otro no ve lo que en realidad tiene, y me dirías que eso es de lo que se trata este texto. Ahora bien, ¿estás seguro/a de que no reacciona, para empezar? Es muy posible que la reacción del otro te pase desapercibida a ti, sencillamente por no ser la misma que tú tendrías. Y, si has contestado sí a esto (no reacciona, no le afecta, no le importa lo que yo le digo/lo que yo necesito PERO LO ES, ES UN GUARRO Y NO LO AGUANTO MÁS -xd-), ¿estás seguro/a de que el otro DEBERÍA CAMBIAR? Esta es la clave. Si piensas que el otro debe cambiar como condición insalvable para estar contigo, que es imposible estar a su lado si no cambia (y puedes tener tus razones para esto, tus prioridades, tus heridas, todo ello lícito y probablemente en relación con algo que también lícitamente no estás dispuesto a cambiar en ti mismo), si estás segur@ de esto, ¿por qué sigues con esa persona? ¿Porque “le quieres (pero estás esperando que cambie)”…? Ay. De corazón te digo, que dios te libre a ti de quien te quiera así.









4-Lo que amo y admiro en el otro, TAMBIÉN ESTÁ EN MÍ.


Este supuesto quizá te suena ajeno o imposible. Por suerte o por desgracia, no te lo puedo desarrollar. Creo que el trabajo de campo más bello que uno puede hacer, es descubrir en uno mismo la verdad que encierra este punto número 4.

Es cierto que lo que amo y admiro en el otro, si lo detecto, si lo veo, es porque está en mí y en mi manera de entender la vida. Bien manifestado sin que me de cuenta, bien en potencia y viable en su manifestación. La envidia funciona desde una perspectiva de carencia; cuando envidiamos es porque, en el fondo, entendemos que esa puerta que el otro tiene abierta está cerrada sin remedio para nosotros, y nos sentimos desgraciados porque jamás podremos optar a ser o a tener como esta persona. Sin embargo, cuando admiramos es porque, en el fondo de nuestro ser, aspiramos a crecer como esa persona, apoyándonos en ella, fijándonos en ella con la disposición de aprender. Recuerda que, en esto como en todo lo que emprendemos, “difícil” significa “posible”.



5-Cómo trato a los demás es un reflejo de cómo me trato a mí mismo. Cómo me trato a mí mismo, es un reflejo de cómo trato a los demás desde mi pensamiento, porque esa es la única forma de tratar que conozco. (O dicho de otro modo: lo que das, te lo das).

Para desentrañar la verdad en esto, sólo hay que hacer lo que hemos venido haciendo a lo largo de este texto: detener la instantánea, y luego girarla en espejo.

¿Qué piensas del que “te traiciona” y de aquel que no cumple tus expectativas “emocionales”? Sé sincero, por favor. ¿Qué piensas del que te hiere, con qué palabras le defines o le juzgas? (¿es una “mala persona”? ¿es “monstruoso”?) ¿Odias al otro cuando sientes que te traiciona, o cuando hizo algo que tú ni esperabas ni has podido entender? ¿Odias al otro cuando sientes que te ha herido, o que te ha fallado, o que te ha mostrado una parte “vil” o tóxica de sí mismo? ¿Te sientes incapaz de perdonar a ese otro, viéndolo como tu verdugo y viéndote tú como la víctima suya?

Para la instantánea y dale la vuelta:

¿Has sentido alguna vez que la gente te odia porque no te entiende? ¿Crees que hay personas que odian lo que no entienden? ¿Has sentido dolor por esto?

Es un poco duro darnos cuenta de que nosotros hemos hecho a otros precisamente eso que más nos ha dolido que nos hagan, pero… bueno, es lo que decía antes: es muy jodido vivir en un laberinto de espejos sin saber que uno está en un laberinto de espejos. Vamos a enfrentar esto sin culpas, desde la pura observación, que es el punto desde donde todos aprendemos.

Siguiendo con el mismo hilo de razonamiento al otro lado: ¿Qué piensas de ti mismo cuando te traicionas? ¿Qué piensas de ti mismo cuando te hieres o crees que has herido a otros con acciones, con palabras o por omisión? ¿Con qué palabras te defines, te hablas a ti mismo y te juzgas? ¿Te odias a ti mismo cuando sientes que has fallado? ¿Te sientes incapaz de perdonarte por algo? ¿Eres la víctima de ti mismo, eres tú tu propio verdugo?

El que odia, ¿es la víctima o es el verdugo? ¿Se puede ser víctima y verdugo al mismo tiempo? O, dicho de otro modo: ¿existe la eterna víctima que solo es víctima de forma sistemática, y el eterno verdugo que sólo es verdugo y nada más?

Si me estoy sintiendo como víctima en el mundo de lo no físico, es porque estoy entendiendo la vida en estos términos de víctima-verdugo. Así que, si veo la víctima en mí, es porque el verdugo ha de estar también en alguna parte de mí. Si me juzgo a mí misma como víctima de algo en el mundo de lo psíquico, es momento de observar, ser objetiv@ y valorar si le estoy haciendo eso mismo (o lo opuesto) a otra persona o a mí mismo.

¿Sentirte víctima de otros te da derecho a ser verdugo de otros? ¿Sentirte víctima de ti mismo, en qué te transforma? ¿La responsabilidad de mi bienestar, es del otro o es de “yo”? ¿Es un derecho odiar, o es un sufrimiento? ¿Es una cruzada, o es una cruz? La venganza y el rencor son espadas que cortan por los dos lados; lo que das, te lo das.

Si trato al otro como si fuera una cosa en el mundo de lo psíquico, en términos de retener, patear o poseer, probablemente me esté tratando a mí mismo de igual modo; probablemente concibo las relaciones interpersonales de ese modo, incluyendo la relación conmigo mismo.

Si miras al otro desde el amor, automáticamente verás el amor en el otro; aunque esté “enmascarado” en la confusión mental, el amor es causa y principio. Respecto a esto, el adulto es un niño confundido que quiere volver a casa. ¿Por qué tiene celos, sino porque entiende que no tiene suficiente amor? ¿Por qué tiene ira si no es por sentirse malogrado en amor? ¿Por qué tiene odio sino porque NO PUEDE mantenerse indiferente? Con rascar solo un poco, con indagar sólo un poco en el sufrimiento, es el amor lo que se muestra como causa aunque esté percibido “en negativo”. En uno de los principios del hermetismo/filosofía hermética encontramos: "los opuestos son IDÉNTICOS pero diferentes en grado"; esto es lo que sucede con lo que llamamos "amor" y "odio". En substancia son idénticos; el segundo sólo es el reverso del primero.

Si miras al otro desde el amor, automáticamente verás el amor en ti mismo. Ese mismo amor con el que miras al otro, lo tienes hacia ti por naturaleza, y viceversa. Tanto “yo” como ese “otro yo” (ese otro que se llama “yo” a sí mismo) merecen ser amados. Si sé lo importante que es para mí sentir amor, automáticamente sé lo importante que eso mismo es para otro. ¿Es posible amarme a mí mismo exactamente de igual manera que amo a otros, sólo por saber perfectamente que yo necesito amor? ¿Es posible ser tolerante del mismo modo con otros, como lo soy conmigo, y viceversa? Cuando doy respeto y tolerancia a los demás, me incluyo a mí como humano. Cuando doy lo mejor que tengo, lo mejor que soy a los demás, me incluyo en ese reparto a mí mismo. En cuestión de “dar” lo que sea, el emisor está también en la diana y en su propio punto de mira.

Ah, cuántas preguntas, cuántos reflejos de la misma cosa en este laberinto de espejos…
Si es verdad que el infierno son los otros, ¿por qué razón siento yo el infierno en mí? :hearth:
Me ha encantado... Admito que no he terminado de leer todo... Pero quise decir algo... Sabes que me he dado cuenta que tú mencionas mucho el tema de "los juicios" y no lo entendía muy bien... Pero creo que con este hilo me va quedando más claro... Supongo que cada juicio que hacemos, del otro, o de nosotros mismos...o incluso de una situación revela quizás cosas inconscientes de nosotros.. no necesariamente tiene que ser nuestra sombra, porque a veces también hacemos juicios positivos... Voy más o menos en lo correcto?
Creo que detenernos a pensar cada juicio que hacemos nos puede llevar a un conocimiento más profundo de nosotros y si todo esto lo hacemos apoyándonos en la terapia muchísimo mejor 😬
 
Última edición:
Me ha encantado... Admito que no he terminado de leer todo... Pero quise decir algo... Sabes que me he dado cuenta que tú mencionas mucho el tema de "los juicios" y no lo entendía muy bien... Pero creo que con este hilo me va quedando más claro... Supongo que cada juicio que hacemos, del otro, o de nosotros mismos...o incluso de una situación revela quizás cosas inconscientes de nosotros.. no necesariamente tiene que ser nuestra sombra, porque a veces también hacemos juicios positivos... Voy más o menos en lo correcto?
Creo que detenernos a pensar cada juicio que hacemos nos puede llevar a un conocimiento más profundo de nosotros y si todo esto lo hacemos apoyándonos en la terapia muchísimo mejor 😬
Sí, cuando digo "juicio" me refiero a construir: sujeto (persona)+verbo ser+ objeto ("algo")/atributo/etiqueta/comparativo. Por ejemplo: Juan + es + débil. O "Juan es el mejor" (Xd). o "Juan es tóxico". Dando a entender que "eso" que hemos colocado define a Juan.
Este tipo de "información" es siempre sesgada. Es verdad que yo veo a Juan así pero... desde mis ojos. Solo es información de lo que yo veo, no de Juan.

Muchas gracias por leer, Sofita!!! :corazoncillos:
 
Última edición:
Atrás
Arriba