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Respóndame con unos versos

Me gustaría que este hilo fuese de preguntas y respuestas en forma de pequeños poemas, sea en verso o prosa, que aborden nuestros asuntos más o menos comunes. Que nadie se corte un pelo en aportar, que no somos Cervantes, por supuesto.

Voy pallá con el primer ripio

No prometo nada



Si vapor ha demarrado de lo alto el seso,
si en las piamadres me he dejado y abandonado
y el vacío de las manos me ha llevado preso,
si las fuerzas y los años se han confabulado
traicionáronme aquéllas y amontonáronse éstos.

Sí, si tropiezos me procura la vida;
dije sí a apostarme por completo.
Y sí, seguiré sosteniendo la cerilla,
empujando, aunque no baste el esfuerzo,
sin tanta intensidad quizás pueda porfía.

Sí, si a medio camino me detengo,
sí, jura, que puedes jurar, no es voluntad mía,
que perjudicado soy si no resuelto
en llevar a término esta suerte asida
con el corazón, los dientes y los cuernos.

Que sí, si al fin llego y tú me miras
diré sí, me quedo pero más te llevo,
tras mi espada estás segura todavía
si una gota aún conservo de mi aliento:
primero quebrará mi vida que tu vida.
 
Me gustaría que este hilo fuese de preguntas y respuestas en forma de pequeños poemas, sea en verso o prosa, que aborden nuestros asuntos más o menos comunes. Que nadie se corte un pelo en aportar, que no somos Cervantes, por supuesto.

Voy pallá con el primer ripio

No prometo nada



Si vapor ha demarrado de lo alto el seso,
si en las piamadres me he dejado y abandonado
y el vacío de las manos me ha llevado preso,
si las fuerzas y los años se han confabulado
traicionáronme aquéllas y amontonáronse éstos.

Sí, si tropiezos me procura la vida;
dije sí a apostarme por completo.
Y sí, seguiré sosteniendo la cerilla,
empujando, aunque no baste el esfuerzo,
sin tanta intensidad quizás pueda porfía.

Sí, si a medio camino me detengo,
sí, jura, que puedes jurar, no es voluntad mía,
que perjudicado soy si no resuelto
en llevar a término esta suerte asida
con el corazón, los dientes y los cuernos.

Que sí, si al fin llego y tú me miras
diré sí, me quedo pero más te llevo,
tras mi espada estás segura todavía
si una gota aún conservo de mi aliento:
primero quebrará mi vida que tu vida.
Está muy bien 💟
Yo es que versos/ poemas… soy más de escritos/relatos cortos.
 
Un relato corto bien puede ser un poema en prosa. Por ejemplo, Sergi Pàmies hace poemas sin pretenderlo. Un ejemplo -que se parece mucho a la vida:

Como dos gotas de agua

Al nacer, la gota todavía no sabe que dentro de dos segundos morirá
aplastada contra la pila del fregadero. Ilusionada, se desliza por la
última curva de la cañería y se asoma a la desembocadura del grifo. La
luz de los fluorescentes la deslumbra. Se siente como la viajera de tren
que, después de mantener concentrada la mirada en un largo túnel, sale
finalmente a cielo abierto. Con curiosidad, se detiene en el extremo
metálico del grifo. La inercia hace que se tambalee y que, tras un leve
balanceo, caiga al vacío. Durante los primeros milímetros de esta
trayectoria —iniciada con más esperanza que convicción—, la invade
una sensación de vértigo. Volar la estimula tanto como pasar
desapercibida. En efecto, su presencia no altera el orden de una cocina
que, pese al esfuerzo del decorador por convertirla en la expresión de la
familia que la utiliza, aún se parece demasiado a la fotografía del
catálogo que la inspiró. Aparte de los muebles y de los acabados,
prevalecen ciertos detalles no previstos por el proyecto inicial: el olor de
un caldo recién hecho y, pegados a la puerta de la nevera, imanes de la
familia Simpson que sujetan el menú escolar de un niño que, justo
mientras la gota descubre el placer de lanzarse al vacío, se atraganta
con un hueso de pollo en el comedor del colegio. La distancia entre el
grifo y la pila del fregadero es de un palmo y medio, un trayecto tan
corto como el tiempo que la gota emplea en recorrerlo. No se
entretiene: filtra la luz de los fluorescentes y refleja la esfera del reloj,
que asiste a un nuevo cruce, histórico, de las agujas. Comparado con
cuando todavía formaba parte de una corriente, el presente le parece
fascinante. A primera vista quizá no se le note, pero si aumentáramos la
imagen de la gota, si la detuviéramos y la reprodujéramos en tres
dimensiones y le otorgáramos movimiento (un movimiento virtual, por
supuesto, estructurado sobre una hipótesis secuencial a escala ampliada
y por ordenador), detectaríamos el latido casi imperceptible de una
emoción basada, por un lado, en la inconsciencia del peligro que
entraña la caída y, por otro, en la falta de información respecto al
propio entorno. La cadencia, por ejemplo: una gota cada tanto, siempre
el mismo tanto, como en una carrera ciclista contrarreloj. O descubrir
que el hecho de que un grifo no cierre bien o que, a causa de la erosión
de la junta, gotee puede cambiarle la vida y provocar que, una vez
convertida en gota, ese trayecto, aparentemente banal, se transforme en
privilegio. Como una frontera, la parte alta del fregadero marca el
último tramo. El horizonte es inminente. A medida que cae, la gota
aumenta su peso, su volumen y su tensión interna. La inercia le estira la
piel. Tanto, que desearía ser de mercurio. El paisaje oscurece. Desde un
punto de vista humano, todo ocurre muy deprisa. Para la gota, en
cambio, este instante contiene parte de la vejez y la madurez entera. El
tiempo necesario para olvidar lo que ha vivido más recientemente y
recordar sólo los primeros tiempos de vida; para reconocerse en la gota
que, con más atrevimiento que ella, empieza a sacar la cabecita por el
mismo grifo. Se parecen como dos gotas de agua, constata. Y tiene la
sensación de que haber visto a esa hija (o hermana) justifica haber
vivido un viaje que termina como estaba previsto: chof. La gota explota
y se expande en mil pedazos que, indiferentes al tacto de acero
inoxidable del fregadero, vuelven a juntarse, ya no en forma de gota
sino de salpicadura, nada, un escuálido hilillo que, después de salvar el
obstáculo de los restos de aceite de girasol, se escurre —blop—,
aspirado por el desagüe.
 
Un relato corto bien puede ser un poema en prosa. Por ejemplo, Sergi Pàmies hace poemas sin pretenderlo. Un ejemplo -que se parece mucho a la vida:

Como dos gotas de agua

Al nacer, la gota todavía no sabe que dentro de dos segundos morirá
aplastada contra la pila del fregadero. Ilusionada, se desliza por la
última curva de la cañería y se asoma a la desembocadura del grifo. La
luz de los fluorescentes la deslumbra. Se siente como la viajera de tren
que, después de mantener concentrada la mirada en un largo túnel, sale
finalmente a cielo abierto. Con curiosidad, se detiene en el extremo
metálico del grifo. La inercia hace que se tambalee y que, tras un leve
balanceo, caiga al vacío. Durante los primeros milímetros de esta
trayectoria —iniciada con más esperanza que convicción—, la invade
una sensación de vértigo. Volar la estimula tanto como pasar
desapercibida. En efecto, su presencia no altera el orden de una cocina
que, pese al esfuerzo del decorador por convertirla en la expresión de la
familia que la utiliza, aún se parece demasiado a la fotografía del
catálogo que la inspiró. Aparte de los muebles y de los acabados,
prevalecen ciertos detalles no previstos por el proyecto inicial: el olor de
un caldo recién hecho y, pegados a la puerta de la nevera, imanes de la
familia Simpson que sujetan el menú escolar de un niño que, justo
mientras la gota descubre el placer de lanzarse al vacío, se atraganta
con un hueso de pollo en el comedor del colegio. La distancia entre el
grifo y la pila del fregadero es de un palmo y medio, un trayecto tan
corto como el tiempo que la gota emplea en recorrerlo. No se
entretiene: filtra la luz de los fluorescentes y refleja la esfera del reloj,
que asiste a un nuevo cruce, histórico, de las agujas. Comparado con
cuando todavía formaba parte de una corriente, el presente le parece
fascinante. A primera vista quizá no se le note, pero si aumentáramos la
imagen de la gota, si la detuviéramos y la reprodujéramos en tres
dimensiones y le otorgáramos movimiento (un movimiento virtual, por
supuesto, estructurado sobre una hipótesis secuencial a escala ampliada
y por ordenador), detectaríamos el latido casi imperceptible de una
emoción basada, por un lado, en la inconsciencia del peligro que
entraña la caída y, por otro, en la falta de información respecto al
propio entorno. La cadencia, por ejemplo: una gota cada tanto, siempre
el mismo tanto, como en una carrera ciclista contrarreloj. O descubrir
que el hecho de que un grifo no cierre bien o que, a causa de la erosión
de la junta, gotee puede cambiarle la vida y provocar que, una vez
convertida en gota, ese trayecto, aparentemente banal, se transforme en
privilegio. Como una frontera, la parte alta del fregadero marca el
último tramo. El horizonte es inminente. A medida que cae, la gota
aumenta su peso, su volumen y su tensión interna. La inercia le estira la
piel. Tanto, que desearía ser de mercurio. El paisaje oscurece. Desde un
punto de vista humano, todo ocurre muy deprisa. Para la gota, en
cambio, este instante contiene parte de la vejez y la madurez entera. El
tiempo necesario para olvidar lo que ha vivido más recientemente y
recordar sólo los primeros tiempos de vida; para reconocerse en la gota
que, con más atrevimiento que ella, empieza a sacar la cabecita por el
mismo grifo. Se parecen como dos gotas de agua, constata. Y tiene la
sensación de que haber visto a esa hija (o hermana) justifica haber
vivido un viaje que termina como estaba previsto: chof. La gota explota
y se expande en mil pedazos que, indiferentes al tacto de acero
inoxidable del fregadero, vuelven a juntarse, ya no en forma de gota
sino de salpicadura, nada, un escuálido hilillo que, después de salvar el
obstáculo de los restos de aceite de girasol, se escurre —blop—,
aspirado por el desagüe.
Mmm entiendo, está bien buscado así también.
 
Vengo del inverso de grandeza,
de ignorancia el universo,
de ser testigo siempre a medias,
de cumplir con el plazo del ingreso.

Vengo yo del barro, de la mierda,
cultivo frustración y hago veneno,
del vicio, del prejuicio, de la guerra,
del maldito amor por el dinero.

De escudos, sellos y banderas,
de la insignificancia estoy viniendo
y no hay tanto vino como penas
e, insolente, pasa el tiempo.

Que vengo de subir las escaleras
con el corazón haciéndome pucheros,
de perder la vida a manos llenas,
de perder a la muerte el miedo.

A fracasos me tildo de profeta,
mojado por exhaustos aguaceros,
contrariado, místico o asceta,
devaluado y también perecedero.

De descuidar contigo la cabeza,
de luchar a ciegas por un sueño,
escindido de tus brazos por la fuerza,
recobrando el sentido contra el suelo.
 
Intento de decoro

¿Por qué no pone dios en vos el tino
que con simétrico oponente os debatís?
¿Por qué no os dio mejor suerte el sino
que medianías conformaros de por mí?

En aquesta que nos ha, fuera razón,
hubiera que el barranco otro camino,
mejor canción que refresque el oído,
al apetito más digna salazón.

En otros pagos beben el buen vino,
lejos están del humilde corazón
que con quereros se siente asesino,
que lo es, en reteneros, apresador.

Permítase así entrar en el bohío
el áspero y limpio viento sanador,
vuelen las aves a su buen albedrío
donde puedan nido hacer con algodón.

Que este lecho de paja no es señorío,
este pequeño fuego no es carbón
ni es edad de este sueño bravío
acaso, si no fuera que consentís vos.
 
Íntimo tenebroso

Sé que no me lees, M. No me atrevo a enviártelo.

¿Por qué no puedes dejar de comportarte?

¿Por qué no traicionar la compostura?

¿Por qué esperar el momento perfecto?

¿Por qué no arriesgarse a la locura?

¿Por qué no exigir todo lo que necesitas?
¿Por qué no transigir en lo que necesito?
¿Por qué no perder el control y el recato?
¿Por qué no abofetearme por un capricho?
¿Por qué respetar el límite de lo conocido?
¿Por qué no desearme de forma explícita?
¿Por qué no someterme a una intensa agonía?
¿Por qué no depender de la emoción un rato?

¿Por qué me obligo a mantenerme contenido?
¿Por qué no nos salimos del guion pactado?
¿Por qué no exponerte a gustarme demasiado?
¿Por qué no ser tan puta que no pueda pagarlo?
¿Por qué no someterse a la irracionalidad?
¿Por qué no devorarme mientras te estoy devorando?
¿Por qué sólo acariciarte cuando te estoy odiando?
¿Por qué aún no me ruegas romperte en mil pedazos?
¿Por qué sólo besarte sin morderte los labios?
¿Por qué no exhibirte para mí en un mercado?
¿Por qué no humillarte para dejarme marcado?
¿Por qué tu cicatriz me impide ser malvado?
¿Por qué no quieres ser lo peor que me ha pasado?
¿Por qué no estás segura aunque lo estés dudando?
¿Por qué guardar cautela, por qué no ser taimado?

¿Por qué ir progresando así, un paso y otro paso?

¿Por qué no dar un salto hacia el acantilado?

¿Por qué te estoy pidiendo que me quieras demasiado?

¿Por qué la precaución si el dolor está a ambos lados?

¿Por qué?
 
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