Se ha marcado en negrita la parte que se refiere a los trastornos de personalidad, para quien no tenga ganas de leer todo.
Nuevas patologías
La nueva cara de los trastornos mentales
DSM-5, la referencia en diagnóstico psiquiátrico, se publica en mayo. Los profesionales reclaman una mayor convergencia con la CIE-11.
José Luis Ayuso, del comité asesor de CIE-11, y Jerónimo Saiz, del Hospital Ramón y Cajal. ()
Es el gran acontecimiento psiquiátrico de la temporada. Después de una década de trabajo, la Asociación Americana de Psiquiatría (APA, según sus siglas en inglés) acaba de aprobar la redacción final de la quinta edición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5). Quienes esperaban una revolución de la especialidad verán defraudadas sus expectativas. Esto no significa que la nueva clasificación no incluya novedades; las hay, y algunas son significativas. Sin embargo, el texto que se publicará el próximo mes de mayo también conserva un cierto espíritu continuista respecto a las ediciones anteriores.
Los más impacientes pueden ir haciendo sus pedidos. El pasado 23 de enero, la APA comunicó que ya pueden reservar ejemplares del que constituye el libro de referencia para el diagnóstico y la clasificación de los trastornos mentales. Ahora bien, tendrán que esperar hasta la primavera para tenerlo en sus manos.
Para abrir boca, la APA ha ido confirmando en las últimas semanas los principales cambios que recogerá DSM-5. Algunos de ellos responden a un clamor popular entre los psiquiatras, mientras que otros han sido objeto de duras críticas. Hay algo en lo que todos los profesionales del sector coinciden: la renovación es indispensable, ya que la edición revisada del DSM-IV se remonta al año 2000.
Lo primero que llama la atención es el cambio de estructura. DSM-III y IV presentaban una clasificación multiaxial, que ha quedado desterrada. El nuevo texto se divide tres secciones: una introducción con información sobre cómo usar el manual; otra centrada en describir las categorías diagnósticas; y una última que incluye aquellas condiciones que requieren mayor estudio antes de ser consideradas trastornos.
Otro cambio formal es el orden en el que se consignan las enfermedades, siguiendo el ciclo de la vida. Así, se incluyen primero las patologías propias de la infancia y la adolescencia y, en último lugar, los trastornos orgánicos y degenerativos relacionados con el envejecimiento.
Aún no contamos con ningún marcador objetivo que permita descartar o afirmar un diagnóstico"
Frustración
Son muchos los psiquiatras que valoran positivamente la inminente aparición del DSM-5 y sus principales aportaciones, aunque también subrayan sus limitaciones. Uno de ellos es Jerónimo Saiz, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal, de Madrid, quien reconoce la existencia generalizada de un sentimiento de "frustración porque se esperaba que para el siglo XXI los hallazgos en materia biológica, tanto de neuroimagen como de genética, nos pudieran dar marcadores fiables de diagnóstico que dieran más validez o consistencia a los diagnósticos que utilizamos, que realmente sólo se basan en criterios de observación clínica y de consenso". Todavía no hay, según el experto, "ningún marcador objetivo que permita descartar o afirmar un diagnóstico, a pesar de los grandes progresos que se han registrado en el conocimiento del fucionamiento del cerebro, de la neurotransmisión, de la neuroimagen, etc.".
Equilibrio
Los autores del 'DSM-5' y del 'CIE-11' se han esforzado en la convergencia entre clasificaciones"
Esta falta de marcadores objetivos puede ser, al menos en parte, la fuerza que ha impulsado las encarnizadas discusiones de los últimos años sobre qué condiciones deben considerarse trastornos mentales y cuáles no lo son en absoluto. La inclusión de un número excesivo de patologías puede fomentar la tan temida medicalización de la sociedad; pecar por defecto dejaría fuera de cobertura (legal y sanitaria) a muchas personas. La virtud está en el equilibrio. ¿DSM-5 ha alcanzado el justo término medio? La discusión está abierta.
Entre las nuevas incorporaciones se encuentran algunos viejos conocidos, como el trastorno por atracones, que se suma a los trastornos de la conducta alimentaria. También surgen otras entidades mucho más desconocidas, como el síndrome olfatorio de referencia, que padecen las personas que tienen la sensación de que huelen mal.
Junto con el reconocimiento de la existencia del espectro del trastorno autista, otro de los cambios más esperados es el que se refiere al capítulo de los trastornos de la personalidad. No obstante, Saiz apunta que ésta es una de las grandes incógnitas que aún rodean a la publicación del DSM-5: "Aún no se sabe bien qué es lo que va a pasar, pero seguramente los cambios van a tener algún aspecto de lo que se denomina dimensional, es decir, que no sólo haya categorías independientes de diagnóstico, sino que también se tengan en cuenta dimensiones graduales de aceptación o no de determinadas características".
El psiquiatra cree que "el capítulo de trastornos de personalidad era el que tenía menos consistencia en DSM-IV. Había numerosas discordancias entre examinadores y mucho diagnóstico conjunto, es decir, personas que cumplían criterios para diversos trastornos de personalidad".
Ese es, precisamente, uno de los apartados que más cambios van a sufrir en la undécima edición de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), auspiciada por la Organización Mundial de la Salud. En palabras de José Luis Ayuso Mateos, catedrático de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro del comité asesor de la OMS para el desarrollo del capítulo sobre trastornos mentales y del comportamiento de la CIE-11, que se aprobará en 2015, "se va a tener en cuenta como elemento importante la severidad del trastorno de personalidad y, posteriormente, se tratará de identificar subtipos".
Convergencia
Ayuso reconoce que ha habido "un esfuerzo por parte de los autores del DSM-5 y de la CIE-11 para que haya una convergencia entre ambas clasificaciones". Pero reivindica el carácter global del sistema CIE, que es oficial en los países que, como España, pertenecen a la OMS y en el capítulo de salud mental cuenta no sólo con la participación de psiquiatras, sino también de psicólogos y profesionales de atención primaria, entre otros.
En muchos países, la mayoría de los pacientes no llegan a atención especializada. Y ahí está la fuente de algunas divergencias con el DSM-5. Por ejemplo, la clasificación americana ha descartado el trastorno mixto de depresión-ansiedad, pero los autores de CIE-11 se resisten a abandonar un diagnóstico "con una frecuencia muy alta, sobre todo en primaria".
Polémica
Los más críticos creen que el manual fomenta la medicalización
También se ha acusado a los autores del DSM-5 de servir a los intereses de la industria farmacéutica
M.S.M | Maria.Sanchez
Va a haber más enfermos mentales que nunca; fomenta la medicalización de la sociedad; se van a administrar antipsicóticos como si fueran caramelos. Son algunas de las frases pronunciadas por los más críticos ante la próxima aparición del DSM-5.
Uno de los mayores detractores es el psiquiatra Allen Frances, que tuvo un papel destacado en la elaboración del DSM-IV. Según ha declarado en un artículo publicado en Huffington Post, el principal lastre de la nueva herramienta diagnóstica es "la profunda dependencia de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) de los beneficios de publicación generados por el negocio del DSM-5".
Allen recuerda que numerosos colectivos han manifestado su oposición a los cambios propuestos en el manual por diferentes motivos: creación de un exceso de trastornos mentales, enfermedades que no se corresponden con la realidad, connivencia con los intereses de la industria farmacéutica... La APA ha respondido a estas acusaciones alegando, entre otras cuestiones, que su objetivo ha sido definir "de forma más exacta los trastornos mentales" y que el DSM-5 tiene el mismo número de trastornos mentales que el DSM-IV. Además, ha señalado que la asociación vigila que no existan vínculos entre los autores y las farmacéuticas.
Otros trastornos se van y otros llegan
El DSM-5 incorpora, elimina y modifica numerosos trastornos. Otros son consignados en el apartado de los que requieren mayor estudio. Estos son algunos ejemplos:
Los descartados
Trastorno mixto ansiedad-depresión
Trastorno de hipersexualidad
Síndrome de alienación parental
Trastorno de identidad de género
Las novedades
Trastorno por atracones
Trastorno por autoescoriaciones múltiples
Síndrome olfatorio de referencia
Trastorno de acumulación
Trastorno disruptivo de la regulación del ánimo
Las modificaciones
El trastorno obsesivo compulsivo sale del grupo de los trastornos de ansiedad y entra en un capítulo diferente
La ludopatía sale del grupo de los trastornos del control de los impulsos y entra en el de las adicciones
Se crea un grupo denominado trastornos del espectro autista
Se modifica el capítulo de trastornos de personalidad
El duelo ya es un criterio de exclusión para la depresión
Los trastornos 'bajo sospecha'
Psicosis atenuada
Adicción a Internet
Conducta suicida
Autolesiones
Nuevas patologías
La nueva cara de los trastornos mentales
DSM-5, la referencia en diagnóstico psiquiátrico, se publica en mayo. Los profesionales reclaman una mayor convergencia con la CIE-11.
José Luis Ayuso, del comité asesor de CIE-11, y Jerónimo Saiz, del Hospital Ramón y Cajal. ()
Es el gran acontecimiento psiquiátrico de la temporada. Después de una década de trabajo, la Asociación Americana de Psiquiatría (APA, según sus siglas en inglés) acaba de aprobar la redacción final de la quinta edición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5). Quienes esperaban una revolución de la especialidad verán defraudadas sus expectativas. Esto no significa que la nueva clasificación no incluya novedades; las hay, y algunas son significativas. Sin embargo, el texto que se publicará el próximo mes de mayo también conserva un cierto espíritu continuista respecto a las ediciones anteriores.
Los más impacientes pueden ir haciendo sus pedidos. El pasado 23 de enero, la APA comunicó que ya pueden reservar ejemplares del que constituye el libro de referencia para el diagnóstico y la clasificación de los trastornos mentales. Ahora bien, tendrán que esperar hasta la primavera para tenerlo en sus manos.
Para abrir boca, la APA ha ido confirmando en las últimas semanas los principales cambios que recogerá DSM-5. Algunos de ellos responden a un clamor popular entre los psiquiatras, mientras que otros han sido objeto de duras críticas. Hay algo en lo que todos los profesionales del sector coinciden: la renovación es indispensable, ya que la edición revisada del DSM-IV se remonta al año 2000.
Lo primero que llama la atención es el cambio de estructura. DSM-III y IV presentaban una clasificación multiaxial, que ha quedado desterrada. El nuevo texto se divide tres secciones: una introducción con información sobre cómo usar el manual; otra centrada en describir las categorías diagnósticas; y una última que incluye aquellas condiciones que requieren mayor estudio antes de ser consideradas trastornos.
Otro cambio formal es el orden en el que se consignan las enfermedades, siguiendo el ciclo de la vida. Así, se incluyen primero las patologías propias de la infancia y la adolescencia y, en último lugar, los trastornos orgánicos y degenerativos relacionados con el envejecimiento.
Aún no contamos con ningún marcador objetivo que permita descartar o afirmar un diagnóstico"
Frustración
Son muchos los psiquiatras que valoran positivamente la inminente aparición del DSM-5 y sus principales aportaciones, aunque también subrayan sus limitaciones. Uno de ellos es Jerónimo Saiz, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal, de Madrid, quien reconoce la existencia generalizada de un sentimiento de "frustración porque se esperaba que para el siglo XXI los hallazgos en materia biológica, tanto de neuroimagen como de genética, nos pudieran dar marcadores fiables de diagnóstico que dieran más validez o consistencia a los diagnósticos que utilizamos, que realmente sólo se basan en criterios de observación clínica y de consenso". Todavía no hay, según el experto, "ningún marcador objetivo que permita descartar o afirmar un diagnóstico, a pesar de los grandes progresos que se han registrado en el conocimiento del fucionamiento del cerebro, de la neurotransmisión, de la neuroimagen, etc.".
Equilibrio
Los autores del 'DSM-5' y del 'CIE-11' se han esforzado en la convergencia entre clasificaciones"
Esta falta de marcadores objetivos puede ser, al menos en parte, la fuerza que ha impulsado las encarnizadas discusiones de los últimos años sobre qué condiciones deben considerarse trastornos mentales y cuáles no lo son en absoluto. La inclusión de un número excesivo de patologías puede fomentar la tan temida medicalización de la sociedad; pecar por defecto dejaría fuera de cobertura (legal y sanitaria) a muchas personas. La virtud está en el equilibrio. ¿DSM-5 ha alcanzado el justo término medio? La discusión está abierta.
Entre las nuevas incorporaciones se encuentran algunos viejos conocidos, como el trastorno por atracones, que se suma a los trastornos de la conducta alimentaria. También surgen otras entidades mucho más desconocidas, como el síndrome olfatorio de referencia, que padecen las personas que tienen la sensación de que huelen mal.
Junto con el reconocimiento de la existencia del espectro del trastorno autista, otro de los cambios más esperados es el que se refiere al capítulo de los trastornos de la personalidad. No obstante, Saiz apunta que ésta es una de las grandes incógnitas que aún rodean a la publicación del DSM-5: "Aún no se sabe bien qué es lo que va a pasar, pero seguramente los cambios van a tener algún aspecto de lo que se denomina dimensional, es decir, que no sólo haya categorías independientes de diagnóstico, sino que también se tengan en cuenta dimensiones graduales de aceptación o no de determinadas características".
El psiquiatra cree que "el capítulo de trastornos de personalidad era el que tenía menos consistencia en DSM-IV. Había numerosas discordancias entre examinadores y mucho diagnóstico conjunto, es decir, personas que cumplían criterios para diversos trastornos de personalidad".
Ese es, precisamente, uno de los apartados que más cambios van a sufrir en la undécima edición de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), auspiciada por la Organización Mundial de la Salud. En palabras de José Luis Ayuso Mateos, catedrático de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro del comité asesor de la OMS para el desarrollo del capítulo sobre trastornos mentales y del comportamiento de la CIE-11, que se aprobará en 2015, "se va a tener en cuenta como elemento importante la severidad del trastorno de personalidad y, posteriormente, se tratará de identificar subtipos".
Convergencia
Ayuso reconoce que ha habido "un esfuerzo por parte de los autores del DSM-5 y de la CIE-11 para que haya una convergencia entre ambas clasificaciones". Pero reivindica el carácter global del sistema CIE, que es oficial en los países que, como España, pertenecen a la OMS y en el capítulo de salud mental cuenta no sólo con la participación de psiquiatras, sino también de psicólogos y profesionales de atención primaria, entre otros.
En muchos países, la mayoría de los pacientes no llegan a atención especializada. Y ahí está la fuente de algunas divergencias con el DSM-5. Por ejemplo, la clasificación americana ha descartado el trastorno mixto de depresión-ansiedad, pero los autores de CIE-11 se resisten a abandonar un diagnóstico "con una frecuencia muy alta, sobre todo en primaria".
Polémica
Los más críticos creen que el manual fomenta la medicalización
También se ha acusado a los autores del DSM-5 de servir a los intereses de la industria farmacéutica
M.S.M | Maria.Sanchez
Va a haber más enfermos mentales que nunca; fomenta la medicalización de la sociedad; se van a administrar antipsicóticos como si fueran caramelos. Son algunas de las frases pronunciadas por los más críticos ante la próxima aparición del DSM-5.
Uno de los mayores detractores es el psiquiatra Allen Frances, que tuvo un papel destacado en la elaboración del DSM-IV. Según ha declarado en un artículo publicado en Huffington Post, el principal lastre de la nueva herramienta diagnóstica es "la profunda dependencia de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) de los beneficios de publicación generados por el negocio del DSM-5".
Allen recuerda que numerosos colectivos han manifestado su oposición a los cambios propuestos en el manual por diferentes motivos: creación de un exceso de trastornos mentales, enfermedades que no se corresponden con la realidad, connivencia con los intereses de la industria farmacéutica... La APA ha respondido a estas acusaciones alegando, entre otras cuestiones, que su objetivo ha sido definir "de forma más exacta los trastornos mentales" y que el DSM-5 tiene el mismo número de trastornos mentales que el DSM-IV. Además, ha señalado que la asociación vigila que no existan vínculos entre los autores y las farmacéuticas.
Otros trastornos se van y otros llegan
El DSM-5 incorpora, elimina y modifica numerosos trastornos. Otros son consignados en el apartado de los que requieren mayor estudio. Estos son algunos ejemplos:
Los descartados
Trastorno mixto ansiedad-depresión
Trastorno de hipersexualidad
Síndrome de alienación parental
Trastorno de identidad de género
Las novedades
Trastorno por atracones
Trastorno por autoescoriaciones múltiples
Síndrome olfatorio de referencia
Trastorno de acumulación
Trastorno disruptivo de la regulación del ánimo
Las modificaciones
El trastorno obsesivo compulsivo sale del grupo de los trastornos de ansiedad y entra en un capítulo diferente
La ludopatía sale del grupo de los trastornos del control de los impulsos y entra en el de las adicciones
Se crea un grupo denominado trastornos del espectro autista
Se modifica el capítulo de trastornos de personalidad
El duelo ya es un criterio de exclusión para la depresión
Los trastornos 'bajo sospecha'
Psicosis atenuada
Adicción a Internet
Conducta suicida
Autolesiones