Muere Quincy Jones, gigante de la música detrás de los éxitos de Michael Jackson y Frank Sinatra, entre otros

Fue un genio en la sombra de la música moderna durante siete décadas como productor, arreglista y compositor de pop, R&B y jazz
Ha muerto a los 91 años
Quincy Jones, uno de los productores musicales más importantes en la historia del pop.
El legendario
Quincy Jones fue la parte del iceberg que no se ve en algunos de los icebergs más fabulosos y conocidos de la música moderna. Esa
inmensa parte oculta. El inmenso Quincy Jones: el arquetipo del genio en la sombra que con un talento sensacional era capaz de impulsar a la estratosfera una música genial y al mismo tiempo popular (millonariamente popular).
¿Cómo resumir el legado de Quincy Jones? Fue nominado en 80 ocasiones al premio Grammy (nadie tiene más candidaturas), de los que ganó 27. Fue sobre todo el aquitecto en la sombra de
Off The Wall (1979),
Thriller (1982) y
Bad (1987)
de Michael Jackson, pero también compositor de bandas sonoras célebres y premiadas para cine y televisión, colaborardor de iconos del jazz y el rhythm and blues como
Frank Sinatra, Ella Fitzgerald,Ray Charles y cientos de otros artistas, y director de la orquesta pop más estelar de la historia, la canción benéfica
We Are the World de 1985.
Quincy Jones falleció el domingo por la noche en su casa de Los Ángeles en la zona de Bel Air, rodeado por su familia, según ha indicado su representante, Arnold Robinson.
"Esta noche, con el corazón lleno pero roto, debemos compartir la noticia del fallecimiento de nuestro padre y hermano Quincy Jones", dijo la familia en un comunicado. "Y aunque esto representa una pérdida increíble para nuestra familia,
celebramos la gran vida que vivió y sabemos que nunca habrá otro como él".
Sus tres álbumes con
Michael Jackson son historia mayúscula de la música pop, un ciclo de trabajo en el que Jones mostró no solo su talento creativo, sino
un instinto arrollador para crear música popular y al mismo tiempo fabulosa. Las cifras son inigualables:
Off the Wall fue un éxito instantáneo y ya acumula en EEUU en torno a 20 millones de ejemplares vendidos;
Thriller se convirtió de inmediato en el disco de una generación, un álbum icónico que aún es el más vendido de la historia, con unos 70 millones de ejemplares; tras ellos siguió
Bad, con Jackson como la mayor estrella musical del mundo, del que se llevan vendidos unos 45 millones de ejemplares.
Tres discos históricos por sus ventas, pero también por su calidad musical, en la que Quincy Jones fue trascendental como arquitecto de ese sonido que convirtió en pop una astuta
combinación de funk, R&B, electrónica de sintetizadores, rock y música disco. Aquel sonido y su relevancia tuvieron (siguen teniendo) una influencia abrumadora en la música negra de EEUU, y fenómenos como el bum del R&B a principios de los 2000 no se podría explicar sin las canciones de esa trilogía inmortal.
El carismático y vividor Quincy Jones nació en Chicago el 14 de marzo de 1933, comenzó su carrera musical como arreglista a principios de los años 50 y no dejó de trabajar hasta hace unos pocos años.
Una increíble trayectoria de siete décadas cuyos logros no caben en un obituario, sino que merecen, mucho más que la mayoría de las estrellas, un libro entero.
Instalado en Nueva York a princios de los años 50, desde ese primer momento se mostró genial en el sentido literal de la palabra, inventivo y con una personalidad arrebatadora. Compositor, arreglista, productor y director de orquesta, fue decisivo en sus inicios en el
jazz, cuando aportó
un soplo de aire fresco a las grabaciones de artistas referenciales como Miles Davies, Count Basie, Cannonball Adderley, Lionel Hampton, Dizzy Gillespie, Art Farmer, Clifford Brown y Tommy Dorsey, y a cantantes gloriosos como el mismo Frank Sinatra (ya en los 60, el Sinatra de Reprise, maduro y jefazo del
rat pack en Las Vegas), Sarah Vaughan o Dinah Washington.
No había cumplido 30 años y ya colaboraba tanto con viejas leyendas como con jóvenes renovadores, muestra perfecta de su versatilidad creativa.
A los 24 años se instaló durante un tiempo en
París, fue contratado por el importante sello Barclay y fue productor y arreglista en algunas grabaciones de los titanes de la
chanson Jacques Brel y Charles Aznavour.
El chico era tan impresionante que en 1961 se convirtió en
el primer ejecutivo negro de la industria discográfica de EEUU, cuando fue nombrado vicepresidente del sello Mercury. Ese paso le alejó del jazz hacia el pop (fue arreglista de Ray Charles en su momento cumbre de popularidad y de Paul Simon tras su ruptura con Art Garfunkel) y pronto se introdujo en un nuevo terreno: las
bandas sonoras. En 1963 compuso la música de
El prestamista de Sidney Lumet, el primero de más de una treintena de
scores de Hollywood (incluyendo maravillas como
En el calor de la noche,
A sangre fría,
The Italian Job -la de Michael Caine- o
El color púrpura).
En 1974, el cuerpo de Quincy Jones colapsó tras 40 años viviendo con intensidad noche y día. Superó un
aneurisma cerebral y eso le convenció para bajar la intensidad de su agenda. Empezó a elegir más sus trabajos y musicalmente se concentró en la música negra moderna, sobre todo el R&B. Lo hizo tanto como productor de megaéxitos del grupo Rufus junto a la gloriosa Chaka Khan, como con su carrera en solitario.
Aunque más conocido por su trabajo en colaboración con otros artistas, Quincy Jones también grabó
decenas de discos como solista, algunos de ellos fabulosos logros artísticos y comerciales como
Walking in Space (1969),
Body Heat (1974),
Sounds...And Stuff Like That!! (1978) y
The Dude (1981).
En los 80, en la cúspide de su popularidad, fue también productor de la canción benéfica
We Are the World, coescrita por Michael Jackson y Lionel Richie para combatir la hambruna en Etiopía. También fue un megaéxito: se vendieron más de 20 millones de
singles y aún es uno de los 10 sencillos más exitosos de la historia del pop.