Hola,
Revisando ayer el artículo sobre el suicidio de la Wikipedia, me topé con este artículo en inglés —Google lo traduce bien— de Joel Paris cuando se asevera que las personas con TLP somos «suicidas crónicos». Este artículo no afirma que TODOS tengamos esta tendencia, sino que el suicidio crónico es una característica bastante común en personas con TLP.
Artículos anteriores estiman que un 10 % de las personas con TLP con intentos de suicidio, llegan a consumar dicho acto, y la cota más alta de intentos se sitúa en la veintena. No obstante, el TLP va remitiendo con la edad, al contraste con la sensibilidad, que aumenta con el paso de los años (El don de la alta sensibilidad). Las mujeres somos las que más intentos hacemos y, los hombres, quienes más mueren debido a la letalidad de los métodos empleados —esto da para otro artículo—.
Los intentos de suicidio son una forma de comunicación en nosotros, al tener unas habilidades comunicativas paupérrimas. Después de un intento, lo normal es que nos lleven al hospital; si es la primera vez y no se sabe que tenemos este tipo de trastorno, es posible que seamos ingresados. No hay evidencia empírica que demuestre que esto sea un beneficio para nosotros.
En el caso de otras enfermedades, en los que los ingresos tienen una finalidad clara —como es en el caso de un brote psicótico—, dichos ingresos sí demuestran que haya claros beneficios, y por eso se realizan. Para pacientes sumamente erráticos como nosotros, un ingreso no es más que un modo de vigilarnos, proporcionándonos «seguridad».
» Aquí quiero hacer una pausa y expresar mi opinión. Yo he estado ingresada un mes entero en la Unidad de Hospitalización Breve, el eufemismo empleado para la unidad de psiquiatría en muchos hospitales. Fui ingresada después de estar una semana en urgencias tras una sobreingesta de benzodiacepinas. Debido a la cantidad de medicación que me había metido, y a la que me pusieron allí, pasé semana y media apenas sin conciencia. Ya ingresada en planta, ese infinito pasillo con algunos pacientes un tanto irascibles —y ruidosos— no ayudaban. Yo no me sentía segura ni mucho menos, más bien lo contrario, tanto que le llegué a plantear al psiquiatra que si ese dispositivo servía para protegernos a nosotros del mundo, o más bien al mundo de nosotros. De la angustia y el miedo pasé tres días sin dormir, ataques de ansiedad, pesadillas, parálisis del sueño... No me sentía segura, ni salía de mi habitación.
Cuanta más «seguridad» tenemos, surge el contraefecto de que más queremos perder la vida, y la cronicidad de nuestras ideas no remite. Si no se dan casos extremos en los que realmente peligre la vida de la persona con TLP, es contraproducente internarnos. Es más, tras un ingreso, hay recaídas y al mínimo problema tendemos a que nos vuelvan a ingresar. En caso de que se tengan que producir ingresos, estos han de ser lo más breves posibles, debido al riesgo por hospitalimo —o iatrogonia—.
Al contrario que los ingresos, ineficaces, el tratamiento diario sí que es eficaz; pero no hospitalizados totalmente, sino en dispositivos como los hospitales de día, que la estancia en ellos es parcial y con una consecución de objetivos muy claros. El problema de estos son sus largas listas de espera y que el paciente ha de estar muy implicado con su recuperación.
Por eso, si tenéis la etiqueta de «TLP» en vuestro historial, habéis tenido recaídas y habéis estado en el hospital, ya comprendéis un poco más por qué no os ingresan: es mejor así.
¿Vosotros habéis estado en esta tesitura? ¿Tenéis pensamientos de suicidio crónicos? ¿Qué opináis acerca de la eficacia de un ingreso?
Un saludo,
Elena~
Revisando ayer el artículo sobre el suicidio de la Wikipedia, me topé con este artículo en inglés —Google lo traduce bien— de Joel Paris cuando se asevera que las personas con TLP somos «suicidas crónicos». Este artículo no afirma que TODOS tengamos esta tendencia, sino que el suicidio crónico es una característica bastante común en personas con TLP.
Artículos anteriores estiman que un 10 % de las personas con TLP con intentos de suicidio, llegan a consumar dicho acto, y la cota más alta de intentos se sitúa en la veintena. No obstante, el TLP va remitiendo con la edad, al contraste con la sensibilidad, que aumenta con el paso de los años (El don de la alta sensibilidad). Las mujeres somos las que más intentos hacemos y, los hombres, quienes más mueren debido a la letalidad de los métodos empleados —esto da para otro artículo—.
Los intentos de suicidio son una forma de comunicación en nosotros, al tener unas habilidades comunicativas paupérrimas. Después de un intento, lo normal es que nos lleven al hospital; si es la primera vez y no se sabe que tenemos este tipo de trastorno, es posible que seamos ingresados. No hay evidencia empírica que demuestre que esto sea un beneficio para nosotros.
En el caso de otras enfermedades, en los que los ingresos tienen una finalidad clara —como es en el caso de un brote psicótico—, dichos ingresos sí demuestran que haya claros beneficios, y por eso se realizan. Para pacientes sumamente erráticos como nosotros, un ingreso no es más que un modo de vigilarnos, proporcionándonos «seguridad».
» Aquí quiero hacer una pausa y expresar mi opinión. Yo he estado ingresada un mes entero en la Unidad de Hospitalización Breve, el eufemismo empleado para la unidad de psiquiatría en muchos hospitales. Fui ingresada después de estar una semana en urgencias tras una sobreingesta de benzodiacepinas. Debido a la cantidad de medicación que me había metido, y a la que me pusieron allí, pasé semana y media apenas sin conciencia. Ya ingresada en planta, ese infinito pasillo con algunos pacientes un tanto irascibles —y ruidosos— no ayudaban. Yo no me sentía segura ni mucho menos, más bien lo contrario, tanto que le llegué a plantear al psiquiatra que si ese dispositivo servía para protegernos a nosotros del mundo, o más bien al mundo de nosotros. De la angustia y el miedo pasé tres días sin dormir, ataques de ansiedad, pesadillas, parálisis del sueño... No me sentía segura, ni salía de mi habitación.
Cuanta más «seguridad» tenemos, surge el contraefecto de que más queremos perder la vida, y la cronicidad de nuestras ideas no remite. Si no se dan casos extremos en los que realmente peligre la vida de la persona con TLP, es contraproducente internarnos. Es más, tras un ingreso, hay recaídas y al mínimo problema tendemos a que nos vuelvan a ingresar. En caso de que se tengan que producir ingresos, estos han de ser lo más breves posibles, debido al riesgo por hospitalimo —o iatrogonia—.
Al contrario que los ingresos, ineficaces, el tratamiento diario sí que es eficaz; pero no hospitalizados totalmente, sino en dispositivos como los hospitales de día, que la estancia en ellos es parcial y con una consecución de objetivos muy claros. El problema de estos son sus largas listas de espera y que el paciente ha de estar muy implicado con su recuperación.
Por eso, si tenéis la etiqueta de «TLP» en vuestro historial, habéis tenido recaídas y habéis estado en el hospital, ya comprendéis un poco más por qué no os ingresan: es mejor así.
¿Vosotros habéis estado en esta tesitura? ¿Tenéis pensamientos de suicidio crónicos? ¿Qué opináis acerca de la eficacia de un ingreso?
Un saludo,
Elena~
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