• Regístrate y participa. ¡Sólo tardas dos minutos!

Reproches que nunca te hice

En cuanto se normalizaron nuestras conversaciones pude observar como tu emoción inicial se convertía en normalidad. Nada que objetar. Pero es que resultó que, sin aquella motivación que te hacía estar completamente concentrada en nuestro "asunto", empezaste a dejarme colgado, con la palabra en la boca, desinteresada e, incluso, desdeñosa. Y yo empecé a sentirme frustrado, impotente, dolido. Me callaba y disimulaba como buenamente podía. Después volvía la normalidad durante tres o cuatro semanas. Pero volvías a tener un episodio de desdén. Y yo volvía a enturbiarme, quería abandonar. Lo soportaba sin darte señales. Y la regla de darme un chasco cada mes se fue acortando, cada dos o tres semanas, cada diez o quince días...

No pude soportarlo más y por fin me armé de valor -y humildad- y te lo dije. Te expliqué todo lo asertivamente que pude que me sentía herido cuando cortabas la comunicación bruscamente. Que no empezaras una conversación para, cuando conseguías que me interesara y me concentrara, tener que irte, colgar o qué sé yo. Fue una conversación sin altibajos, me dijiste que lo comprendías. Me sentí aliviado.

Pero desde entonces la cosa empezó a repetirse casi cada día. Y, después de haberlo hablado, no me quedaba más remedio que aceptar que, ahora que tú conocías explícitamente mi vulnerabilidad, cuando menos, te importaba bien poco. Pensando mal podría interpretar que la estabas explotando, no se me ocurre con qué absurdo fin. Soy una persona orgullosa a la que sólo hay que decirle una vez "no quiero estar contigo". Pues no, tuve que ser yo quien terminara con lo nuestro por dejar de padecer frustración tras frustración. No sé si por salud o supervivencia. No me cabe en la cabeza tal mezquindad. Estoy enfadado. No merezco que me traten así con la delicadeza con la que trato yo a mis seres queridos. No hay derecho. Empatizar en un mundo de egoístas te pone en franca desventaja para vivir tranquilo. ¡Maldita sea! ¿Pero qué mal he hecho yo? ¿Por qué así? ¿Nunca voy a encontrar a alguien que cuide tanto como se deja cuidar?
 
En cuanto se normalizaron nuestras conversaciones pude observar como tu emoción inicial se convertía en normalidad. Nada que objetar. Pero es que resultó que, sin aquella motivación que te hacía estar completamente concentrada en nuestro "asunto", empezaste a dejarme colgado, con la palabra en la boca, desinteresada e, incluso, desdeñosa. Y yo empecé a sentirme frustrado, impotente, dolido. Me callaba y disimulaba como buenamente podía. Después volvía la normalidad durante tres o cuatro semanas. Pero volvías a tener un episodio de desdén. Y yo volvía a enturbiarme, quería abandonar. Lo soportaba sin darte señales. Y la regla de darme un chasco cada mes se fue acortando, cada dos o tres semanas, cada diez o quince días...

No pude soportarlo más y por fin me armé de valor -y humildad- y te lo dije. Te expliqué todo lo asertivamente que pude que me sentía herido cuando cortabas la comunicación bruscamente. Que no empezaras una conversación para, cuando conseguías que me interesara y me concentrara, tener que irte, colgar o qué sé yo. Fue una conversación sin altibajos, me dijiste que lo comprendías. Me sentí aliviado.

Pero desde entonces la cosa empezó a repetirse casi cada día. Y, después de haberlo hablado, no me quedaba más remedio que aceptar que, ahora que tú conocías explícitamente mi vulnerabilidad, cuando menos, te importaba bien poco. Pensando mal podría interpretar que la estabas explotando, no se me ocurre con qué absurdo fin. Soy una persona orgullosa a la que sólo hay que decirle una vez "no quiero estar contigo". Pues no, tuve que ser yo quien terminara con lo nuestro por dejar de padecer frustración tras frustración. No sé si por salud o supervivencia. No me cabe en la cabeza tal mezquindad. Estoy enfadado. No merezco que me traten así con la delicadeza con la que trato yo a mis seres queridos. No hay derecho. Empatizar en un mundo de egoístas te pone en franca desventaja para vivir tranquilo. ¡Maldita sea! ¿Pero qué mal he hecho yo? ¿Por qué así? ¿Nunca voy a encontrar a alguien que cuide tanto como se deja cuidar?
Es muy duro lo q cuentas y entiendo como te sientes.
Ahora debes estar pasando x momentos muy dificiles.. lo de decir, por qué? Y no encontrar explicación.. duele mucho
Que te maltrate la persona que mas sabe de tí y con la q te muestras vulnerable no es algo fácil de entender (yo sigo sin poder entenderlo)
Pero admiro mucho la madurez con la q lo has llevado y que hayas puesto fin y te hayas dado valor .. es lo primero
 
Despierto contra el hueco de la cama. No puedo quitarme de la cabeza tu fragilidad, tus manos diminutas, tu rostro de admiración. Tus preguntas que pretendían entender cómo y cuánto te quería, tu mirada redondeada cuando conseguía que me comprendieras. Aquella lista de películas que anotaste con las "obras maestras" que yo me empeñé en mostrarte. Tu forma de buscar mi compañía, de dormir confiada, de vivir confortada, de refugiarte en mi regazo y, como tú decías, estar tranquila. La ilusión que te iluminaba cuando llegaba de la compra y adivinabas que había algo especial para ti, tu aplomo cuando vestías ropa que te había ayudado a elegir, tu orgullo al apoyarte en mí por la calle, cuando aún no habías mentido, antes de devaluarlo todo...

Yo empapado de amor, preñado de responsabilidad, pensando obsesivamente primero en ti, procurando anteponer lo que te convenía a lo que nos apetecía, sin cejar, una lucha constante en la que me derramé. ¡Qué poco quedó de mí cuando llegaron las rebajas! Te tuve tan presente que me quedé vacío. Sentí el vértigo de alguien al borde de un precipicio. No supe recuperarme, no acerté a volver el afecto hacia mí, cada leve rincón de la casa te evocaba y me sentía diminuto y perdido, sin ánimo, sin esperanza, como un verbo transitivo sin complemento.

Todo el trabajo ha sido, desde entonces, recuperar algo de quien una vez (creo que) fui. No había sufrido nunca una decepción que me destruyera de este modo. Aprender así que abandonar el propio cuidado y desdeñar la cautela es peligroso, que la generosidad no debe ser desatenderse uno mismo, que lo plausible es que todo tiene un final y aceptarlo es virtud, que habrá que volver a ser autónomo, hay que tratar de disfrutar con los amigos, conseguir leer, oír música, gozar del cine por ti mismo, sin ese irrefrenable deseo de compartirlo con ella, para ti solo. Te parece menos relevante, mucho menos urgente, poco necesario... ¡mírate y reacciona!
 
Escombros, proyectos deslucidos,
restos de agua pasada,
arena hiriendo las rodillas
al caminar a cuatro patas.

Adhesivo para los decosidos,
para el dolor una ajada guitarra,
el enredado silencio de la rutina
se ha abierto espacio en tu casa.

Huérfanas palabras sin sentido
absorve la indolente almohada:
de cada pregunta imaginas
la respuesta que más mal te haga.

Todo parece tan sencillo
porque todo es nada de nada,
sin materia el espacio no termina,
con sal no se infecta la llaga.

Respirar o estar contigo,
vivir o sólo ser llamarada.
la soledad al menos no quita
ni da arrojo ni calma.
 
¡Mala puta! Está claro que aquí no hay nada que negociar. Tú eres lo que yo deseo y no haces concesiones. Así que voy a tener que jugar con tus reglas. Debo añadir que nunca me he encontrado en una situación así, por lo que cualquier experiencia que hubiera podido tener sirve exactamente cero. Por anticipado de pido perdón por todas las meteduras de pata, errores y demás mierdas que pueda cometer. Me voy a tener que exponer al rechazo, ese íntimo enemigo mío. ¡No me importa! Lo que quiero eres tú, voy a sacar al payaso que soy a hacer todo el ridículo que sea necesario. Al final creo que seré juzgado por mi ambición de tener alguna relación con tu felicidad para colmarte de ella. Supongo que no es descabellado que exista para mi caso algún juez benigno.

Te pido perdón por intentar mantener mis vulnerabilidades a salvo mientras te sugiero que expongas tú las tuyas. Quiero pensar que juntos, algún día, las de ambos estarán a salvo.

Ojalá llegue el momento en que, quizás con un ordenador cuántico, puedas calcular la cantidad de afecto que profeso por tu persona y las nulas intenciones de censurarte. Si que he intentado salvaguardar mi mal entendida dignidad, confieso el error y me pongo a tu disposición sin reservas.

Estar cerca de ti es ser protagonista de la vida, ver como brota el sentimiento de agradecimiento por la oportunidad de rozarme con tus manos, estrecharte contra mi pecho, sentir encendida mi humilde hombría, encontrar sentido a mis pasos, destino a tantos besos huérfanos...

Disculpa todas las torpezas que, seguro, estoy a punto de cometer y, si eres tan bondadosa, las que ya he cometido.
 
Y ahora que estás donde yo quería, tan vulnerable, podría destrozarte. Podría decirte cosas que harían temblar los cimientos que te mantienen recta. O simplemente inhibirme, como tú. Sólo dejar de escucharte. Sobreseer todas tus necesidades. Mostrarme reacio, hosco, turbio, desdeñoso, interesado, aprovechado, ruin, chantajista, acomodado, perezoso, cruel, inmune.

Pero yo no soy tu, para mi mal. Y no sé seguro si quiero aprender.
 
Con el tiempo descubrí que había olvidado
cómo poner a salvo el corazón,
cómo conducirme por la pura razón,
cómo poner el celo en mi cuidado.

Por más que intenté mantenerme cerrado
por un resquicio se cuela la ilusión
y vuelta a llorar, a pedir perdón,
a necesitar y a sentirme desgraciado.

Quise argüir que ese tiempo había pasado,
que ahora profesaba sólo la dominación
y, aún así, desde esa elevada condición
conseguí volver a verme doblegado.

Es un juego que consideré trucado,
de los tormentos ociosos el peor:
bonita mentira, afecto de ficción,
retórico, imposible, exagerado.

Que me entienda quien se haya encontrado
en una tan odiosa situación
perdidos norte, ánimo y ambición,
más sólo cuanto más acompañado.

Con el tiempo mi corazón frustrado
de París y Casablanca se aburrió,
defensa por cuidadoso escrutinio cambió:
si ha de morir que pueda ser bien memorado.

Ya consciente de lo mejor valorado
por doquier mi ansia, profunda, inquirió
encontrando sublime la fascinación
por quien siempre había estado a mi lado.

Y es que con el tiempo había olvidado
que sólo podía ser inmune al amor
profundamente concernido en el intento mejor
e, inevitablemente, viviendo de ti enamorado.
 
No es ningún secreto que casi nadie me soporta.
Alguna vez me he preguntado por los motivos.
He llegado a suponer que empatizar conmigo es incómodo -cuanto menos.
Eso explicaría que las pocas personas a las que, presuntamente, importo sean muy poco empáticas. Si son incapaces por naturaleza de empatizar, mi extraño carácter no las incomoda. Sencillamente no se dan cuenta de lo repugnante soy. Sujeto a la práctica totalidad de las distorsiones de la percepción, todo o nada, sesgo de confirmación, narcisismo, condescendencia, cinismo, provocación... una joya.
En más de una ocasión me han acusado de ser ofensivo. ¿En qué os he ofendido? -pregunté. La respuesta fue, casi, equivalente a: lo que ofende de ti es que existas. No nos recuerdes que la vida puede ser tan miserable. Tanto como la tuya. No nos hace bien saberlo.

¿Pero no os dais cuenta? Quise defenderme, si a vosotros os ofende, ¿podéis imaginar lo que es vivirla? ¿ser el protagonista de esta escatológica existencia? Ya nadie me respondió. Al día siguiente estaba fuera, expulsado.

En dos semanas tengo mi primera visita con el nuevo psicólogo. No sé cómo explicarle para que me ayude. Que sume algo positivo a esta decadencia en la que se ha convertido mi existencia. Como dice Serrat, "si no se llegase huérfano a este trago...".
 
No es ningún secreto que casi nadie me soporta.
Alguna vez me he preguntado por los motivos.
He llegado a suponer que empatizar conmigo es incómodo -cuanto menos.
Eso explicaría que las pocas personas a las que, presuntamente, importo sean muy poco empáticas. Si son incapaces por naturaleza de empatizar, mi extraño carácter no las incomoda. Sencillamente no se dan cuenta de lo repugnante soy. Sujeto a la práctica totalidad de las distorsiones de la percepción, todo o nada, sesgo de confirmación, narcisismo, condescendencia, cinismo, provocación... una joya.
En más de una ocasión me han acusado de ser ofensivo. ¿En qué os he ofendido? -pregunté. La respuesta fue, casi, equivalente a: lo que ofende de ti es que existas. No nos recuerdes que la vida puede ser tan miserable. Tanto como la tuya. No nos hace bien saberlo.

¿Pero no os dais cuenta? Quise defenderme, si a vosotros os ofende, ¿podéis imaginar lo que es vivirla? ¿ser el protagonista de esta escatológica existencia? Ya nadie me respondió. Al día siguiente estaba fuera, expulsado.

En dos semanas tengo mi primera visita con el nuevo psicólogo. No sé cómo explicarle para que me ayude. Que sume algo positivo a esta decadencia en la que se ha convertido mi existencia. Como dice Serrat, "si no se llegase huérfano a este trago...".
Si me parece un poco fuerte que te dijeran que lo que ofende es q existas…
-
Pues con el psicólogo máxima sinceridad ante todo; e igual trabajar algo de tcc. Un abrazo
 
Gracias, muchas gracias.

Sólo espero que no se convierta en otro despropósito. Llega un momento que uno se convence que hay más para perder que para ganar. Una vocecita te dice "déjalo así, no sea que termines peor".

Espero estar equivocado, que todo sea fruto del miedo.
 
Gracias, muchas gracias.

Sólo espero que no se convierta en otro despropósito. Llega un momento que uno se convence que hay más para perder que para ganar. Una vocecita te dice "déjalo así, no sea que termines peor".

Espero estar equivocado, que todo sea fruto del miedo.
Venga ánimos! Tampoco es fácil dar con un psicólogo bien formado y con el que tener feeling… yo ahora mismo estoy sin (tengo una lista solo que estoy de descanso, pues también me canso).
 
Atrás
Arriba