AgustinCasas
Usuario
En cuanto se normalizaron nuestras conversaciones pude observar como tu emoción inicial se convertía en normalidad. Nada que objetar. Pero es que resultó que, sin aquella motivación que te hacía estar completamente concentrada en nuestro "asunto", empezaste a dejarme colgado, con la palabra en la boca, desinteresada e, incluso, desdeñosa. Y yo empecé a sentirme frustrado, impotente, dolido. Me callaba y disimulaba como buenamente podía. Después volvía la normalidad durante tres o cuatro semanas. Pero volvías a tener un episodio de desdén. Y yo volvía a enturbiarme, quería abandonar. Lo soportaba sin darte señales. Y la regla de darme un chasco cada mes se fue acortando, cada dos o tres semanas, cada diez o quince días...
No pude soportarlo más y por fin me armé de valor -y humildad- y te lo dije. Te expliqué todo lo asertivamente que pude que me sentía herido cuando cortabas la comunicación bruscamente. Que no empezaras una conversación para, cuando conseguías que me interesara y me concentrara, tener que irte, colgar o qué sé yo. Fue una conversación sin altibajos, me dijiste que lo comprendías. Me sentí aliviado.
Pero desde entonces la cosa empezó a repetirse casi cada día. Y, después de haberlo hablado, no me quedaba más remedio que aceptar que, ahora que tú conocías explícitamente mi vulnerabilidad, cuando menos, te importaba bien poco. Pensando mal podría interpretar que la estabas explotando, no se me ocurre con qué absurdo fin. Soy una persona orgullosa a la que sólo hay que decirle una vez "no quiero estar contigo". Pues no, tuve que ser yo quien terminara con lo nuestro por dejar de padecer frustración tras frustración. No sé si por salud o supervivencia. No me cabe en la cabeza tal mezquindad. Estoy enfadado. No merezco que me traten así con la delicadeza con la que trato yo a mis seres queridos. No hay derecho. Empatizar en un mundo de egoístas te pone en franca desventaja para vivir tranquilo. ¡Maldita sea! ¿Pero qué mal he hecho yo? ¿Por qué así? ¿Nunca voy a encontrar a alguien que cuide tanto como se deja cuidar?
No pude soportarlo más y por fin me armé de valor -y humildad- y te lo dije. Te expliqué todo lo asertivamente que pude que me sentía herido cuando cortabas la comunicación bruscamente. Que no empezaras una conversación para, cuando conseguías que me interesara y me concentrara, tener que irte, colgar o qué sé yo. Fue una conversación sin altibajos, me dijiste que lo comprendías. Me sentí aliviado.
Pero desde entonces la cosa empezó a repetirse casi cada día. Y, después de haberlo hablado, no me quedaba más remedio que aceptar que, ahora que tú conocías explícitamente mi vulnerabilidad, cuando menos, te importaba bien poco. Pensando mal podría interpretar que la estabas explotando, no se me ocurre con qué absurdo fin. Soy una persona orgullosa a la que sólo hay que decirle una vez "no quiero estar contigo". Pues no, tuve que ser yo quien terminara con lo nuestro por dejar de padecer frustración tras frustración. No sé si por salud o supervivencia. No me cabe en la cabeza tal mezquindad. Estoy enfadado. No merezco que me traten así con la delicadeza con la que trato yo a mis seres queridos. No hay derecho. Empatizar en un mundo de egoístas te pone en franca desventaja para vivir tranquilo. ¡Maldita sea! ¿Pero qué mal he hecho yo? ¿Por qué así? ¿Nunca voy a encontrar a alguien que cuide tanto como se deja cuidar?