Virginia 42
Usuario veterano
Ay, amigos. No sabéis qué ganas tengo de darle la patada a convencionalismos sociales estúpidos. Estoy muy feliz porque recientemente me he visto al límite y, bueno, que no es que esté feliz por haber sudado tinta contra las cuerdas xDDD evidentemente! PERO! Como siempre, bendita dificultad. Necesitaba recordar algo muy, muy importante, para que todo se recolocara en su sitio con un único movimiento limpio (zas! “tú el pronto y yo el paño”). Esto que estaba necesitando recordar es (leer en letras de neón parpadeando contra el cielo nocturno) : YA-ESTÁ-BIEN.
Ya está bien, sí. Ya está bien de tontadas y de someterme a gilipolleces. Ya está bien de angustiarme por cosas cuya importancia ni me cuestiono.
Escuchar nos ayuda a aprender, pero tenemos que ser selectivos con lo que escuchamos de verdad (y con lo que aprendemos), o yo al menos me veo en necesidad de tener cuidadito con eso. A veces tenemos que parar de escuchar al estereotipo exterior y a nuestra mente reflejando al estereotipo exterior. A veces tenemos que cerrar oídos al reclamo publicitario que nos insta a ser marionetas. Solo así, silenciando mierdas (con perdón, que me vengo arriba), podemos escuchar al corazón que es quien realmente sabe lo que es “correcto”. La inteligencia del alma es tan simple como apabullante; yo la distingo porque, una vez brilla, ya no me cabe duda alguna al respecto de lo que sea que me inquiete.
Estoy contenta, porque tengo la energía del cabreo positivo (ese cabreo que te ayuda a sacudirte una carga que, durante mucho tiempo, no eras consciente de estar llevando). Me intento explicar. Estoy harta, cada vez más harta, de imbecilidades aceptables socialmente. En mi trabajo soy “jefa” de departamento y, con la mejor intención, me conminan a mandar. “Mandas tú, que no se te olvide”, me dicen. Me ven amable y se olvidan de que hay leones muy amables si los pillas de buenas en la jungla (ay! yo dije esto? Nah). En serio. Ya está bien de tonterías.
Es como eso de: “si te ven llorar muestras tu debilidad”. Me niego. NO. De ninguna manera. Si yo me doy permiso para llorar, lo único que estoy demostrando es que no le temo a mi propio llanto. Y es que, dios bendito, ¿qué razón podría tener alguien para temerle a su propio llanto? Mi infancia viene a saludar: conozco la historia de un niño al que le prohibían llorar. Mmm. Qué cosas.
Y, sabes, la verdad en esto es: quien vincule llanto a “debilidad” es quien tiene un problema, no el que llora. Llorar es profundamente humano por mucho que una sociedad enferma (enferma de apariencia entre otras cosas) lo rechace. Y es que todo esto viene porque me acabo de cazar a mí misma con esta tensión real, con miedo a llorar delante de gente en el trabajo, pero DE QUÉ?? MIEDO A LLORAR, DE QUÉ?? (“GORDOS DE QUÉ!??”).
No, de ninguna manera, me niego. Y sabes qué te digo, que para mí “fuerza” significa esto: LLORAR. Llorar cuando me da la gana y cuando toque, y me importa tres pitos lo que piense el hipotético juez de turno si es con alguien delante. Que luego ese juez igual está solo en mi cabeza, y me sorprendo y todo, pero bueno, es que da igual. Si está solo en mi cabeza, que se joda; si es fulanito penejotason de carne y hueso, ¡que se joda! Es que…!! Ya está bien!!!
Miedo de qué??? Miedo a derramar lágrimas, de qué? Vamos a ver, estamos tontos o qué nos pasa?? Me NIEGO a alimentar la publicidad de los duros-pero-frágiles, qué juego de inhumanidad es este? ¿Qué significa que una persona exprese sus emociones a través del llanto, qué significado negativo tiene? Ninguno, no tiene ninguno, en absoluto. Llorar no es algo vergonzante ni vejatorio; es un signo de fortaleza mental porque en el fondo, en lo tocante a tenerte que expresar en un momento dado, te importa una reverenda mierda lo que piense nadie. Y si hay mil ochenta conclusiones erróneas en los ojos que miran al que llora “en público”, pues no sé, a lo mejor es que este pensamiento colectivo tiene que empezar a cambiar ya, ¿no? Porque está obsoleto, y no hay nada más triste que estar bajo un yugo que encima está obsoleto.
Sabéis lo que os digo, que bastante me he aguantado ya. Y qué alivio, joder, qué alivio, darme cuenta de que no me da ningún miedo esta cosa tan saludable de llorar. Si tengo que expresar emoción sin hacer daño a nadie, y de la forma más terapéutica que existe, lo pienso hacer. Le soliviante a quien le soliviante, le guste a quien le guste; cada uno sabrá y ese no es mi problema, yo, si lo necesito, lo voy a hacer. Y si ayudo a alguien a desbloquearse por hacerlo yo, si ayudo a alguien a darse permiso para expresarse, pues mira, tendrá el doble de sentido la cosa. Y si ayudo con ello a que desaparezca de mi radio de acción el pensamiento este pulgoso y asqueroso de que los que lloramos somos débiles porque lo que es correcto es mostrarse invulnerable e invencible ante los contratiempos de la vida (ja!), ¡pues mira, algo productivo que he hecho ese día por la humanidad! Desde hoy y para siempre, que ardan los ideales tanto como los ídolos. Para mí, ya se terminó creer en tonterías, creer que tengo que protegerme y defenderme como si por expresarme me fuese a matar, creer que tengo que mostrarme sin fracturas (cuando estar fracturado pero recompuesto mil veces es lo más bello que existe) y que todos deben hacer lo mismo. Grrr. Y a quien le parezca guay ponerse corazas le respeto, pero, para mí, en mí, no me valen de nada, ya no.
(imagen: kintsugi)

Ya está bien, sí. Ya está bien de tontadas y de someterme a gilipolleces. Ya está bien de angustiarme por cosas cuya importancia ni me cuestiono.
Escuchar nos ayuda a aprender, pero tenemos que ser selectivos con lo que escuchamos de verdad (y con lo que aprendemos), o yo al menos me veo en necesidad de tener cuidadito con eso. A veces tenemos que parar de escuchar al estereotipo exterior y a nuestra mente reflejando al estereotipo exterior. A veces tenemos que cerrar oídos al reclamo publicitario que nos insta a ser marionetas. Solo así, silenciando mierdas (con perdón, que me vengo arriba), podemos escuchar al corazón que es quien realmente sabe lo que es “correcto”. La inteligencia del alma es tan simple como apabullante; yo la distingo porque, una vez brilla, ya no me cabe duda alguna al respecto de lo que sea que me inquiete.
Estoy contenta, porque tengo la energía del cabreo positivo (ese cabreo que te ayuda a sacudirte una carga que, durante mucho tiempo, no eras consciente de estar llevando). Me intento explicar. Estoy harta, cada vez más harta, de imbecilidades aceptables socialmente. En mi trabajo soy “jefa” de departamento y, con la mejor intención, me conminan a mandar. “Mandas tú, que no se te olvide”, me dicen. Me ven amable y se olvidan de que hay leones muy amables si los pillas de buenas en la jungla (ay! yo dije esto? Nah). En serio. Ya está bien de tonterías.
Es como eso de: “si te ven llorar muestras tu debilidad”. Me niego. NO. De ninguna manera. Si yo me doy permiso para llorar, lo único que estoy demostrando es que no le temo a mi propio llanto. Y es que, dios bendito, ¿qué razón podría tener alguien para temerle a su propio llanto? Mi infancia viene a saludar: conozco la historia de un niño al que le prohibían llorar. Mmm. Qué cosas.
Y, sabes, la verdad en esto es: quien vincule llanto a “debilidad” es quien tiene un problema, no el que llora. Llorar es profundamente humano por mucho que una sociedad enferma (enferma de apariencia entre otras cosas) lo rechace. Y es que todo esto viene porque me acabo de cazar a mí misma con esta tensión real, con miedo a llorar delante de gente en el trabajo, pero DE QUÉ?? MIEDO A LLORAR, DE QUÉ?? (“GORDOS DE QUÉ!??”).
No, de ninguna manera, me niego. Y sabes qué te digo, que para mí “fuerza” significa esto: LLORAR. Llorar cuando me da la gana y cuando toque, y me importa tres pitos lo que piense el hipotético juez de turno si es con alguien delante. Que luego ese juez igual está solo en mi cabeza, y me sorprendo y todo, pero bueno, es que da igual. Si está solo en mi cabeza, que se joda; si es fulanito penejotason de carne y hueso, ¡que se joda! Es que…!! Ya está bien!!!
Miedo de qué??? Miedo a derramar lágrimas, de qué? Vamos a ver, estamos tontos o qué nos pasa?? Me NIEGO a alimentar la publicidad de los duros-pero-frágiles, qué juego de inhumanidad es este? ¿Qué significa que una persona exprese sus emociones a través del llanto, qué significado negativo tiene? Ninguno, no tiene ninguno, en absoluto. Llorar no es algo vergonzante ni vejatorio; es un signo de fortaleza mental porque en el fondo, en lo tocante a tenerte que expresar en un momento dado, te importa una reverenda mierda lo que piense nadie. Y si hay mil ochenta conclusiones erróneas en los ojos que miran al que llora “en público”, pues no sé, a lo mejor es que este pensamiento colectivo tiene que empezar a cambiar ya, ¿no? Porque está obsoleto, y no hay nada más triste que estar bajo un yugo que encima está obsoleto.
Sabéis lo que os digo, que bastante me he aguantado ya. Y qué alivio, joder, qué alivio, darme cuenta de que no me da ningún miedo esta cosa tan saludable de llorar. Si tengo que expresar emoción sin hacer daño a nadie, y de la forma más terapéutica que existe, lo pienso hacer. Le soliviante a quien le soliviante, le guste a quien le guste; cada uno sabrá y ese no es mi problema, yo, si lo necesito, lo voy a hacer. Y si ayudo a alguien a desbloquearse por hacerlo yo, si ayudo a alguien a darse permiso para expresarse, pues mira, tendrá el doble de sentido la cosa. Y si ayudo con ello a que desaparezca de mi radio de acción el pensamiento este pulgoso y asqueroso de que los que lloramos somos débiles porque lo que es correcto es mostrarse invulnerable e invencible ante los contratiempos de la vida (ja!), ¡pues mira, algo productivo que he hecho ese día por la humanidad! Desde hoy y para siempre, que ardan los ideales tanto como los ídolos. Para mí, ya se terminó creer en tonterías, creer que tengo que protegerme y defenderme como si por expresarme me fuese a matar, creer que tengo que mostrarme sin fracturas (cuando estar fracturado pero recompuesto mil veces es lo más bello que existe) y que todos deben hacer lo mismo. Grrr. Y a quien le parezca guay ponerse corazas le respeto, pero, para mí, en mí, no me valen de nada, ya no.
(imagen: kintsugi)
