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La importancia del elogio

  • Autor Autor Zaira
  • Fecha de inicio Fecha de inicio
LA IMPORTANCIA DEL ELOGIO, por Cristina Llagostera




Comentario de la Dra. Mirta Núñez: este artículo llegó a mí de casualidad a través de una lista de correo. Tuve que buscar en la web algún dato de su autora, una psicóloga.
Comparto totalmente lo que y me di cuenta que lo vengo aplicando como coach personal y profesional, elogiando y celebrando cada logro de mis consultantes.
Elogio genuino, no impostado...! Y la gente cambia, la gente fortaleza su autoestima, redescubre sus fortalezas tal vez ocultas o tal vez opacadas por otros que a lo largo de la vida no sólo no la han elogiado sino que siempre le marcaron lo que hacía mal, lo que faltaba. A veces estamos rodeados por gente que nunca aprueba del todo lo que hacemos, siempre falta un poquito más para ser como ellos esperan que seamos. Pero también he comprobado que el elogio ayuda, sirve, ayuda a crecer, da sostén, fortalece, permite emerger lo mejor de nosotros mismos, mantiene viva la llama de alguna pasión (la que sea).
Los invito a que lean con detenimiento este artículo y sobre todo a que lo pongan en práctica con su familia, con sus empleados, con sus compañeros de trabajo, con sus clientes, con sus pacientes, con sus amigos. No estoy hablando de ser obsecuente ni falso. Simplemente elogiar al otro cuando surja de una capacidad real y en una dosis adecuada.
A veces nos olvidamos de lo más simple: elogiar y autoelogiarnos, como propone la autora de la nota.

Mirta Núñez





A menudo en las escuelas, en las familias, en las relaciones, incluso en las terapias… existe la tendencia a centrarse en lo negativo. Los fallos de otros o de uno mismo se detectan fácilmente y se destacan por encima de lo demás. Los padres recuerdan una y otra vez a sus hijos lo que no hacen bien, la pareja nos repite lo que no le gusta de nosotros, el profesor subraya en rojo los errores cometidos…
Éste es un camino, pero existe también otra posibilidad, aunque quizá menos transitada. Consiste en prestar atención a la otra cara de la realidad: las capacidades de cada persona, las cosas que funcionan, lo que nos agrada…

Muchas personas defienden que es mejor no creerse los elogios, prefieren desmentirlos o rebajarlos con modestia cuando los reciben. Otras opinan que se avanza más observando y recalcando lo que falla, pues sólo así es posible mejorarlo. Ciertamente, de los errores se puede aprender mucho. Pero, ¿no será posible aprender también reforzando y apreciando lo que sí funciona, lo que sí nos gusta, lo que sí se ha conseguido?

Un elogio puede ser toda una inyección de confianza y motivación. Mediante él se ofrece a alguien una imagen más positiva de sí mismo que quizás no era capaz de percibir. Para ello, tanto es importante que quien da esa medalla lo haga con sinceridad, como quien la recibe se crea merecedora de ella y le otorgue valor.

Tener en cuenta los siguientes principios ayuda a que los elogios resulten realmente motivadores:

Mensaje genuino: es de vital importancia que el elogio surja de reconocimiento real de las capacidades de una persona. Es útil preguntarse: ¿qué me gusta de esa persona, qué me resulta interesante de ella, en qué aspectos me parece competente?

Hablar en primera persona: El elogio gana en potencia cuando el emisor se implica personalmente en lugar de hablar de generalidades. Decir, por ejemplo: “Esto a mí me ha encantado, desde mi punto de vista es genial”.

Ser convincente: Es importante dar el mensaje de manera clara y con seguridad, y si es necesario explicar con más detenimiento el porqué de nuestro parecer.

Lenguaje positivo: En lugar de expresar: “no te has comportado como un cobarde” decir: “Has sido un auténtico valiente”.

Especificidad: Es mucho más eficaz un elogio cuando se informa de manera específica su razón. En lugar de decir: “Me ha gustado este trabajo”, expresar: “Me ha gustado la manera en que has planteado el tema, porque los has hecho a través de puntos claros y concisos…”

Momento apropiado: Para que el mensaje sea más eficiente conviene dar el elogio lo más inmediato posible a la acción que se intenta reforzar. En ocasiones interesará realizarlo delante de otras personas, en otras en un espacio privado.

Adaptarse al receptor: Intentar que el elogio sea creíble para la persona utilizando su lenguaje, teniendo en cuenta y respetando su propia visión de las cosas.

No insistir con el mensaje: Los elogios que se repiten a menudo pierden fuerza. Conviene utilizar estos mensajes con generosidad pero a la vez con mesura para no desgastarlos.

Utilizar visiones de futuro: A veces es útil potenciar el elogio hablando de los posibles resultados futuros que se obtendrán si se sigue mejorando la cualidad reconocida.

PRACTICAR EL AUTOELOGIO

Se gana confianza en uno mismo cuando se es capaz de valorar las propias capacidades y los propios éxitos. Para ello proponemos:

A la caza de competencias: Cuando una persona tiene muy presente sus propios fallos o carencias le resulta más difícil avanzar. Se trata de rescatar y hacer una lista de las propias capacidades y recursos, pensando situaciones en que resultaron útiles.

Buscar excepciones: Si se está muy centrado en un problema conviene recordar momentos o situaciones pasadas o actuales en que se superó o no apareció tal dificultad. Esto nos devuelve una autoimagen de capacidad.

Efecto dominó: Prestando atención a lo que funciona, a lo que realizamos bien favorecemos que se repita, precisamente porque lo tenemos más presente.

Renovar la propia imagen: En ocasiones tenemos creencias acerca de nosotros mismos muy limitantes y basadas más en hechos pasados que actuales. Dado que las personas cambiamos continuamente conviene realizar de vez en cuando una revisión de la autoimagen, para descartar lo que ahora ya no refleja nuestra realidad.

Premiarse por los triunfos: Darse algún tipo de premio o gratificación es una buena manera de reconocerse y valorar un esfuerzo realizado que ha tenido buen resultado.

Cristina Llagostera
 
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