Z
Zaira
La traición a uno mismo. Ese acto que te deja un rastro en el alma en forma de sensación de disgusto, de malestar difuso. Se siente cuando uno se da cuenta de que está siendo manipulado y, además, se está dejando manipular impunemente.
Y cuando uno no se da cuenta porque está tan ciego que es incapaz de ver lo evidente, tan sordo que es incapaz de escuchar su propia voz, también está ahí.
Es un dolor acallado, reprimido, enterrado, porque molesta que esté más que el hecho de que duela. Molesta su existencia, porque demuestra que nos estamos traicionando en lo más profundo de nuestro ser. Nuestro verdadero ser está siendo ultrajado, inmovilizado, chantajeado, y nosotros lo estamos permitiendo.
Sigue el dolor. El dolor de la traición. Rastréalo. No dejes de sentirlo y buscar la verdad que encierra.
Cuando te dejaste influir por los comentarios o las burlas de otros, cuando tuviste miedo al qué dirán, a luchar por tus verdaderos sentimientos y certezas, te heriste de muerte. Pisoteaste tu esencia.
Algunas personas lo hicieron con tanta vehemencia que no pudieron volver a ser quienes eran. Mataron su esencia. Otras se llenaron de falsa luz y apartaron a un rincón su verdadera esencia, la aislaron y renegaron de ella. Renegaron de sí mismas. Y la falsa luz que les llena es tan fuerte que no les deja verlo, no les deja ver nada más. Están muertas, pero no lo saben.
Y cuando uno no se da cuenta porque está tan ciego que es incapaz de ver lo evidente, tan sordo que es incapaz de escuchar su propia voz, también está ahí.
Es un dolor acallado, reprimido, enterrado, porque molesta que esté más que el hecho de que duela. Molesta su existencia, porque demuestra que nos estamos traicionando en lo más profundo de nuestro ser. Nuestro verdadero ser está siendo ultrajado, inmovilizado, chantajeado, y nosotros lo estamos permitiendo.
Sigue el dolor. El dolor de la traición. Rastréalo. No dejes de sentirlo y buscar la verdad que encierra.
Cuando te dejaste influir por los comentarios o las burlas de otros, cuando tuviste miedo al qué dirán, a luchar por tus verdaderos sentimientos y certezas, te heriste de muerte. Pisoteaste tu esencia.
Algunas personas lo hicieron con tanta vehemencia que no pudieron volver a ser quienes eran. Mataron su esencia. Otras se llenaron de falsa luz y apartaron a un rincón su verdadera esencia, la aislaron y renegaron de ella. Renegaron de sí mismas. Y la falsa luz que les llena es tan fuerte que no les deja verlo, no les deja ver nada más. Están muertas, pero no lo saben.
