ARMA Nº1 – HAY QUE EMPEZAR A SENTIRSE FUERTE.
Es imprescindible. Estés donde estés, si no puedes salir de casa, en ella, si puedes apuntarte a un gimnasio cercano, en el gimnasio, y si puedes permitirte unas clases particulares, perfecto, también valen.
Si estás en casa comienza con hacer ejercicio. En internet encontrarás muchos manuales (los mejores son los de aprender algún arte marcial como kárate, judo…) que puedes hacer de media hora diaria. Si vas al gimnasio pídele a la persona que lo lleve que deseas ganar fuerza muscular a la vez que reduces peso (si es que lo necesitas). Y si puedes permitirte unas clases particulares elije sin dudarlo el kárate, o cualquier otro método de defensa personal.
En cualquier caso, el ejercicio que hagas debe implicar un esfuerzo de lucha. No se trata de que tengas que ser un cinturón negro. Se trata de que pongas tu cuerpo a punto y que sepas descargar la rabia contra quien se la merece: la agorafobia. Y visualízala: cada vez que sueltes un golpe con tu movimiento, con el esfuerzo de levantar unas pesas, pega a la agorafobia. Dale bien fuerte, la tienes ahí dando encerrándote, quitándote tus amigos, tu futuro, así que dale bien fuerte. Media hora diaria es suficiente, pero has de ser constante. Ha de ser diaria. Tiene que ser tu momento. Y tú te lo mereces. Si te ves ridícula haciendo movimientos de kárate frente al ordenador, pasa de ese pensamiento. Estás practicando. Estás haciéndote fuerte. Y tú te lo mereces. Ha llegado el momento.
ARMA Nº2 – APRENDER A RESPIRAR.
Cuando tenemos ataques de ansiedad el corazón late más rápidamente. Hay personas que lo confunden con que les va a dar un ataque al corazón, pero si supieran lo fuerte que es este músculo… Y además has empezado a hacer deporte, que es nuestra arma nº1, con lo que no veas lo fuerte que se irá haciendo este maravilloso músculo.
El hecho de que el corazón lata más rápidamente es un mecanismo de defensa, ya que ante un miedo el corazón te prepara, y como cree que vas a luchar lo que hace es mandar más cantidad de oxígeno a todo el cuerpo y también con ello a tu cabeza. Lo que te acabo de poner no es una idea, sino que es ciencia. Sigo adelante. El cuerpo te ha preparado ante un temor, pero mira por dónde, nos paralizamos porque no hay un león enfrente, sino un miedo del que tenemos que huir, y la mayoría de nosotros tendemos a darnos media vuelta o paralizarnos ante el miedo. Consecuencia de la hiperventilación: la sensación de mareo, cosquilleos, sudoración en las manos… vamos, lo típico.
¿Has visto esa escena de película donde el protagonista tiene que respirar en una bolsa de papel? Es para reducir la cantidad de oxígeno que respiramos, y por ello reducir la hiperventilación. Pero hay otras formas o trucos: el mío es cantar, poniendo la radio del coche o recordando una canción cualquiera, pero cantar. Si no puedes también vale bostezar. Varias veces, pero bostezar. Notarás que el cuerpo se encuentra extraño, pero es normal. Tu cerebro ha emitido una señal de peligro, y físicamente le estás diciendo que no la hay. Y el ataque de ansiedad pasará, porque siempre pasan. Podrá haber veinte seguidos, a cada cual más desagradable, pero sólo serán eso: muy desagradables, pero siempre pasan sin dejar más huella que el haberlo pasado mal.
Y aquí podemos poner la cuarta ley: LOS ATAQUES DE ANSIEDAD SIEMPRE SE PASAN.
Con ello, ¿hay algo que podamos hacer antes para enfrentarme a la agorafobia? Así es. Sí se puede hacer y merece mucho la pena que lo hagas tras el ejercicio físico. Será sólo cosa de quince minutos. Se puede aprender más sobre la respiración y el Yoga y el Thai Chi son ideales. Pero hay gente que no puede permitírselo, porque quizás también no pueden salir aún de sus casas. Y por ello, no hay que preocuparse. Al final todos tendremos que pasar por el aro, tendremos que afrontar nuestros miedos , y muy probablemente la persona que menos recursos ha empleado en ganar la batalla será después la más fuerte de entre todos nosotros. Pero no es una competición entre nosotros, sino todo lo contrario. Lo importante es que tengamos las armas, da igual cómo las consigamos.
ARMA Nº3 – EL REFUERZO POSITIVO.
Es casi quizás lo más importante. Tenemos que saber premiarnos. Por cada pequeña cosa. Hemos aprendido a desmoralizarnos, y mucho. Pero a premiarnos, nada. No queda otra. Hay que aprender a premiarse. Hay que aprender a premiarnos por cada paso que vayamos dando. Si ves el vaso medio vacío, no. Míralo medio lleno. El refuerzo positivo es una percepción, es algo que se siente. Nos hemos repetido tantas veces que no valemos para nada, que es difícil que salga de dentro. No importa. Es normal. Pero no te queda otra que decirte cosas como “sí”, ”bien”, ”genial” o aquello que consideres como grito de premio. Pero tienes que practicarlo, tantas veces como hagas algo mínimamente positivo.
ARMA Nº4 – APRENDER A REIRSE DE UNO MISMO.
Es un arma que bien empleada no sólo te ayudará a ti, sino a la gente que te va a ayudar a dar pasos.
Sentimos tanto, tanto respeto a la agorafobia… La consideramos nuestro mayor enemigo. Pero quién ha dicho que la agorafobia sea un enemigo sin sentido del humor. La vemos malévola, odiosa, cruel con nosotros, y esas percepciones nos las hemos ido creando nosotros con el paso del tiempo. Yo no las discuto. Si las he creído será por algo. Pero hasta el más malvado tiene sentido del humor. Y por ello, cuando visualices la agorafobia con todo lo malvada que es, seguro que le encanta que le cuentes algún chiste, que la vaciles un poco, que vea que también eres capaz de reirte de ti mismo y de tus miedos. Con estos dos ejemplos podrás ver de qué forma hacerlo: estás en casa y tu ama, tu marido o quien sea te dice si vais a tal lugar, y tú sabes que ir allí te da un miedo moderado. Yo suelo responder que “sí, que venga, que vamos, pero que si luego se me va la cabeza por el camino pues que ya es hora de volverme loco, además seguro que así me quieres más…”. O si por ejemplo estás en a punto de tener un ataque de pánico decir lo que sientes, pero de una forma graciosa ayuda una barbaridad: “Ya me está viniendo otra vez, y ya me empiezan a sudar las manos, qué pasada, cómo mola, parece que mi corazón está bailando una samba cariño”.
Créeme, si la agorafobia te toma el pelo, te hace sentir mal cuando menos te lo esperas, se ríe de ti poniéndote en ridículo ante conocidos y desconocidos, creo que se merece un poquito de su medicina. No va a ser la única aquí que tenga sentido del humor ¿no? Y aunque este arma no siempre la llevamos con nosotros, prueba a usarla cuando te acuerdes, y comprobarás que funciona.
ARMA Nº5 – LA LISTA.
Es imprescindible. Hay que tener una lista de los temores que tenemos, organizada de menor a mayor. Pero bien organizada. Será nuestro camino, nuestra guía, nuestra estrategia ante la batalla. Es imprescindible tenerla. Y si a medida que vas dando pasos la tienes que reorganizar, hazlo. Será lo más normal. Todas las guerras no se ganan con planes de batalla fijos, sino que van variando según cada batalla en particular.
Pero esta lista has de tenerla. Y cuando hayas ganado unas pocas de las armas, en cuatro o cinco días, verás que puedes ir por la primera batalla. No hay que hacerse ahora el valiente, y decir, salto mi plan de guerra y voy a tomar la colina sin pasar por la playa. Hay que ser más listos. Ahora se trata de ser listos. Y cuando hayas tomado el primer lugar, pero bien tomado y conquistado, con varias banderas nuestras, sigue adelante.
La lista es necesaria, es nuestro plan, es nuestra guía.
Tú lo vales, te lo mereces, y sobre todo, ese niño que llevas dentro se lo merece.
Es imprescindible. Estés donde estés, si no puedes salir de casa, en ella, si puedes apuntarte a un gimnasio cercano, en el gimnasio, y si puedes permitirte unas clases particulares, perfecto, también valen.
Si estás en casa comienza con hacer ejercicio. En internet encontrarás muchos manuales (los mejores son los de aprender algún arte marcial como kárate, judo…) que puedes hacer de media hora diaria. Si vas al gimnasio pídele a la persona que lo lleve que deseas ganar fuerza muscular a la vez que reduces peso (si es que lo necesitas). Y si puedes permitirte unas clases particulares elije sin dudarlo el kárate, o cualquier otro método de defensa personal.
En cualquier caso, el ejercicio que hagas debe implicar un esfuerzo de lucha. No se trata de que tengas que ser un cinturón negro. Se trata de que pongas tu cuerpo a punto y que sepas descargar la rabia contra quien se la merece: la agorafobia. Y visualízala: cada vez que sueltes un golpe con tu movimiento, con el esfuerzo de levantar unas pesas, pega a la agorafobia. Dale bien fuerte, la tienes ahí dando encerrándote, quitándote tus amigos, tu futuro, así que dale bien fuerte. Media hora diaria es suficiente, pero has de ser constante. Ha de ser diaria. Tiene que ser tu momento. Y tú te lo mereces. Si te ves ridícula haciendo movimientos de kárate frente al ordenador, pasa de ese pensamiento. Estás practicando. Estás haciéndote fuerte. Y tú te lo mereces. Ha llegado el momento.
ARMA Nº2 – APRENDER A RESPIRAR.
Cuando tenemos ataques de ansiedad el corazón late más rápidamente. Hay personas que lo confunden con que les va a dar un ataque al corazón, pero si supieran lo fuerte que es este músculo… Y además has empezado a hacer deporte, que es nuestra arma nº1, con lo que no veas lo fuerte que se irá haciendo este maravilloso músculo.
El hecho de que el corazón lata más rápidamente es un mecanismo de defensa, ya que ante un miedo el corazón te prepara, y como cree que vas a luchar lo que hace es mandar más cantidad de oxígeno a todo el cuerpo y también con ello a tu cabeza. Lo que te acabo de poner no es una idea, sino que es ciencia. Sigo adelante. El cuerpo te ha preparado ante un temor, pero mira por dónde, nos paralizamos porque no hay un león enfrente, sino un miedo del que tenemos que huir, y la mayoría de nosotros tendemos a darnos media vuelta o paralizarnos ante el miedo. Consecuencia de la hiperventilación: la sensación de mareo, cosquilleos, sudoración en las manos… vamos, lo típico.
¿Has visto esa escena de película donde el protagonista tiene que respirar en una bolsa de papel? Es para reducir la cantidad de oxígeno que respiramos, y por ello reducir la hiperventilación. Pero hay otras formas o trucos: el mío es cantar, poniendo la radio del coche o recordando una canción cualquiera, pero cantar. Si no puedes también vale bostezar. Varias veces, pero bostezar. Notarás que el cuerpo se encuentra extraño, pero es normal. Tu cerebro ha emitido una señal de peligro, y físicamente le estás diciendo que no la hay. Y el ataque de ansiedad pasará, porque siempre pasan. Podrá haber veinte seguidos, a cada cual más desagradable, pero sólo serán eso: muy desagradables, pero siempre pasan sin dejar más huella que el haberlo pasado mal.
Y aquí podemos poner la cuarta ley: LOS ATAQUES DE ANSIEDAD SIEMPRE SE PASAN.
Con ello, ¿hay algo que podamos hacer antes para enfrentarme a la agorafobia? Así es. Sí se puede hacer y merece mucho la pena que lo hagas tras el ejercicio físico. Será sólo cosa de quince minutos. Se puede aprender más sobre la respiración y el Yoga y el Thai Chi son ideales. Pero hay gente que no puede permitírselo, porque quizás también no pueden salir aún de sus casas. Y por ello, no hay que preocuparse. Al final todos tendremos que pasar por el aro, tendremos que afrontar nuestros miedos , y muy probablemente la persona que menos recursos ha empleado en ganar la batalla será después la más fuerte de entre todos nosotros. Pero no es una competición entre nosotros, sino todo lo contrario. Lo importante es que tengamos las armas, da igual cómo las consigamos.
ARMA Nº3 – EL REFUERZO POSITIVO.
Es casi quizás lo más importante. Tenemos que saber premiarnos. Por cada pequeña cosa. Hemos aprendido a desmoralizarnos, y mucho. Pero a premiarnos, nada. No queda otra. Hay que aprender a premiarse. Hay que aprender a premiarnos por cada paso que vayamos dando. Si ves el vaso medio vacío, no. Míralo medio lleno. El refuerzo positivo es una percepción, es algo que se siente. Nos hemos repetido tantas veces que no valemos para nada, que es difícil que salga de dentro. No importa. Es normal. Pero no te queda otra que decirte cosas como “sí”, ”bien”, ”genial” o aquello que consideres como grito de premio. Pero tienes que practicarlo, tantas veces como hagas algo mínimamente positivo.
ARMA Nº4 – APRENDER A REIRSE DE UNO MISMO.
Es un arma que bien empleada no sólo te ayudará a ti, sino a la gente que te va a ayudar a dar pasos.
Sentimos tanto, tanto respeto a la agorafobia… La consideramos nuestro mayor enemigo. Pero quién ha dicho que la agorafobia sea un enemigo sin sentido del humor. La vemos malévola, odiosa, cruel con nosotros, y esas percepciones nos las hemos ido creando nosotros con el paso del tiempo. Yo no las discuto. Si las he creído será por algo. Pero hasta el más malvado tiene sentido del humor. Y por ello, cuando visualices la agorafobia con todo lo malvada que es, seguro que le encanta que le cuentes algún chiste, que la vaciles un poco, que vea que también eres capaz de reirte de ti mismo y de tus miedos. Con estos dos ejemplos podrás ver de qué forma hacerlo: estás en casa y tu ama, tu marido o quien sea te dice si vais a tal lugar, y tú sabes que ir allí te da un miedo moderado. Yo suelo responder que “sí, que venga, que vamos, pero que si luego se me va la cabeza por el camino pues que ya es hora de volverme loco, además seguro que así me quieres más…”. O si por ejemplo estás en a punto de tener un ataque de pánico decir lo que sientes, pero de una forma graciosa ayuda una barbaridad: “Ya me está viniendo otra vez, y ya me empiezan a sudar las manos, qué pasada, cómo mola, parece que mi corazón está bailando una samba cariño”.
Créeme, si la agorafobia te toma el pelo, te hace sentir mal cuando menos te lo esperas, se ríe de ti poniéndote en ridículo ante conocidos y desconocidos, creo que se merece un poquito de su medicina. No va a ser la única aquí que tenga sentido del humor ¿no? Y aunque este arma no siempre la llevamos con nosotros, prueba a usarla cuando te acuerdes, y comprobarás que funciona.
ARMA Nº5 – LA LISTA.
Es imprescindible. Hay que tener una lista de los temores que tenemos, organizada de menor a mayor. Pero bien organizada. Será nuestro camino, nuestra guía, nuestra estrategia ante la batalla. Es imprescindible tenerla. Y si a medida que vas dando pasos la tienes que reorganizar, hazlo. Será lo más normal. Todas las guerras no se ganan con planes de batalla fijos, sino que van variando según cada batalla en particular.
Pero esta lista has de tenerla. Y cuando hayas ganado unas pocas de las armas, en cuatro o cinco días, verás que puedes ir por la primera batalla. No hay que hacerse ahora el valiente, y decir, salto mi plan de guerra y voy a tomar la colina sin pasar por la playa. Hay que ser más listos. Ahora se trata de ser listos. Y cuando hayas tomado el primer lugar, pero bien tomado y conquistado, con varias banderas nuestras, sigue adelante.
La lista es necesaria, es nuestro plan, es nuestra guía.
Tú lo vales, te lo mereces, y sobre todo, ese niño que llevas dentro se lo merece.