Desenfocado
Usuario veterano
Comparto con vosotros nueve de los últimos poemas que escribí antes de estar a punto de morir. Se los pasé a mi psicóloga para que pudiera enter mejor cómo soy. Siempre he escrito, es una necesidad. Actualmente estoy preparando mi segunda novela
SOBRE UN FONDO MARINO DE HOJAS SECAS
En el bosque, mis pasos…
sobre un fondo marino de hojas secas,
y a la luz que escupe dorada el cielo,
mantienen su color de miel y sueño.
Las hebras que fueron verde
son ocre.
El cascabel que azuza el viento
seduce a mi esencia,
y en un tácito deseo
mi sentir se impregna de melancolía.
La misma materia y
las mismas fintas esquivas.
Las heridas profundas en la tierra baldía
son también mis pulmones,
derramando saturados la vida.
Siento al viento fresco que me llama,
es el tiempo,
en mis manos, en mis ojos…
Son las lágrimas arrancadas del pesar
las que anegan esta ciénaga.
Son también las lágrimas nacidas de la alegría
las que liviano me hacen flotar
como una hoja seca sobre el fondo marino.
Y al ser hoja seré pez y como pez surcaré los mares.
Y el pez se alzará sobre las aguas.
Y será pájaro…
Y desde la cumbre,
desde el más puro de los cielos
alcanzaré a ver el reflejo de mis ojos,
cautivos entre los fragmentos de un espejo roto.
FUEGO
No se puede transmitir lo que dice el fuego.
Con la primera llama tememos ahogar la brisa,
que el crepitar que es vida y muerte
se convierta en pesados grilletes.
Las piedras sucias y agrestes sirven para contener.
Ver pasar el tiempo, es no vivirlo,
no galopando a sus lomos
toma uno consciencia de la lógica del tedio.
La vida está hecha para vivirla.
No se puede transmitir lo que dice el fuego.
PERDERSE
Perderse en los recuerdos
Del beso que no fue
Del lamento previo
Del sentir no vivido
¿Cuánto me es propio,
cuánto emergió del vacío?
En la nada y de lo ajeno,
perpetuando el inmortal sueño
Asoma la eterna duda
¿Cuánto basta para perderse en la locura?
LA NOCHE
La noche es la oscura boca
que me escupe de día.
Despierto cuando el mañana se ha ido.
Y dormido sobre los mimbres del ayer,
navego entre engaños y equilibrios,
mientras espero que muera el sol
y las negras aguas sin luna me devoren.
REFUGIO
De entre el intenso verde
mi refugio emerge.
Vespertina niebla,
canto de pájaro,
aroma del fresco pasto.
Vida que a mi hogar el bosque acoge,
morada que un suspiro imagina.
Se respira el saber,
el placer de la infinita lectura
que al son de la lumbre titila.
Sueño imperfecto de ángulo proustiano,
que en torno al fuego inmaculado vagas
para calmar mi espíritu.
QUIERO VER
Contagiadme de vuestra felicidad.
Quiero ver con el ojo del tuerto.
Contemplar el vuelo del pájaro negro,
tu cabello suelto, suspendido
en esta bonita canción que es el cielo.
Dadme parte de vuestro viento
para presa del movimiento avanzar
sobre estas oscuras aguas
que el limbo privó de estrellas.
MINOTAURO
En el laberinto de la profunda espiral,
la conciencia se retuerce en el camino.
A través de los ojos percibo la luz,
son el faro que conduce al estímulo.
Se alimenta la noche con su cegador halo,
y todo se oscurece tras cortar el hilo.
Preso de mi pensamiento,
y cautivo en mi cerebro...
Ariadna liberada, dejó de ser.
MUDAR LA PIEL
Cada noche mudaba mi piel
entre océanos sacudido por el viento bravo
bajo las estrellas en el campo dorado.
El canto del escribano en celo
la llegada de un nuevo día anunciaba.
Nacía de una tierra forjada por el sol
y furtivos eran los ojos que a la arcilla moldeaban
En mi peregrina y fiel compañía,
tumulto y luz se aliaban.
Me movía entre los cuerpos de humo,
cuando durante de día fingía vivir la vida.
Con qué dedicada presteza,
con qué obstinación la piel se ajaba,
cómo del cieno mudaba la pureza,
de aquel que jamás sintió nada.
Y al llegar a casa, entre el lecho de trigo
mi cuerpo pesado dejaba caer.
Partíase el alma en mil pedazos
que las lágrimas volvían a unir.
En las sombras de mi habitación
yo mudaba de nuevo la piel
y hacía de las cicatrices ocultas,
la falsa apariencia del impostor.
LA TIERRA AMARILLA
Arrastraba a mi cuerpo
sobre la tierra amarilla.
Cogiéndome por las axilas,
mis talones surcaban esperanza
entre guijarros y polvo mutilado.
El sol quemaba mi sed,
y sangraban mis ojos.
En el centro del sueño,
un exuberante olivo
de ramas y tronco retorcido,
como el vórtice en la tempestad,
para sí toda la vida ha recogido.
Abandoné mi cadáver exangüe,
alimento necesario para el cambio.
Todas las mañanas del ayer
regresaría, para antes de morir
sembrar las semillas del anhelo
arrastrando de nuevo mi cuerpo.
Estas cosas las soñaba
esta noche pasada,
mientras el viento movía las hojas
de los árboles junto a mi ventana.
SOBRE UN FONDO MARINO DE HOJAS SECAS
En el bosque, mis pasos…
sobre un fondo marino de hojas secas,
y a la luz que escupe dorada el cielo,
mantienen su color de miel y sueño.
Las hebras que fueron verde
son ocre.
El cascabel que azuza el viento
seduce a mi esencia,
y en un tácito deseo
mi sentir se impregna de melancolía.
La misma materia y
las mismas fintas esquivas.
Las heridas profundas en la tierra baldía
son también mis pulmones,
derramando saturados la vida.
Siento al viento fresco que me llama,
es el tiempo,
en mis manos, en mis ojos…
Son las lágrimas arrancadas del pesar
las que anegan esta ciénaga.
Son también las lágrimas nacidas de la alegría
las que liviano me hacen flotar
como una hoja seca sobre el fondo marino.
Y al ser hoja seré pez y como pez surcaré los mares.
Y el pez se alzará sobre las aguas.
Y será pájaro…
Y desde la cumbre,
desde el más puro de los cielos
alcanzaré a ver el reflejo de mis ojos,
cautivos entre los fragmentos de un espejo roto.
FUEGO
No se puede transmitir lo que dice el fuego.
Con la primera llama tememos ahogar la brisa,
que el crepitar que es vida y muerte
se convierta en pesados grilletes.
Las piedras sucias y agrestes sirven para contener.
Ver pasar el tiempo, es no vivirlo,
no galopando a sus lomos
toma uno consciencia de la lógica del tedio.
La vida está hecha para vivirla.
No se puede transmitir lo que dice el fuego.
PERDERSE
Perderse en los recuerdos
Del beso que no fue
Del lamento previo
Del sentir no vivido
¿Cuánto me es propio,
cuánto emergió del vacío?
En la nada y de lo ajeno,
perpetuando el inmortal sueño
Asoma la eterna duda
¿Cuánto basta para perderse en la locura?
LA NOCHE
La noche es la oscura boca
que me escupe de día.
Despierto cuando el mañana se ha ido.
Y dormido sobre los mimbres del ayer,
navego entre engaños y equilibrios,
mientras espero que muera el sol
y las negras aguas sin luna me devoren.
REFUGIO
De entre el intenso verde
mi refugio emerge.
Vespertina niebla,
canto de pájaro,
aroma del fresco pasto.
Vida que a mi hogar el bosque acoge,
morada que un suspiro imagina.
Se respira el saber,
el placer de la infinita lectura
que al son de la lumbre titila.
Sueño imperfecto de ángulo proustiano,
que en torno al fuego inmaculado vagas
para calmar mi espíritu.
QUIERO VER
Contagiadme de vuestra felicidad.
Quiero ver con el ojo del tuerto.
Contemplar el vuelo del pájaro negro,
tu cabello suelto, suspendido
en esta bonita canción que es el cielo.
Dadme parte de vuestro viento
para presa del movimiento avanzar
sobre estas oscuras aguas
que el limbo privó de estrellas.
MINOTAURO
En el laberinto de la profunda espiral,
la conciencia se retuerce en el camino.
A través de los ojos percibo la luz,
son el faro que conduce al estímulo.
Se alimenta la noche con su cegador halo,
y todo se oscurece tras cortar el hilo.
Preso de mi pensamiento,
y cautivo en mi cerebro...
Ariadna liberada, dejó de ser.
MUDAR LA PIEL
Cada noche mudaba mi piel
entre océanos sacudido por el viento bravo
bajo las estrellas en el campo dorado.
El canto del escribano en celo
la llegada de un nuevo día anunciaba.
Nacía de una tierra forjada por el sol
y furtivos eran los ojos que a la arcilla moldeaban
En mi peregrina y fiel compañía,
tumulto y luz se aliaban.
Me movía entre los cuerpos de humo,
cuando durante de día fingía vivir la vida.
Con qué dedicada presteza,
con qué obstinación la piel se ajaba,
cómo del cieno mudaba la pureza,
de aquel que jamás sintió nada.
Y al llegar a casa, entre el lecho de trigo
mi cuerpo pesado dejaba caer.
Partíase el alma en mil pedazos
que las lágrimas volvían a unir.
En las sombras de mi habitación
yo mudaba de nuevo la piel
y hacía de las cicatrices ocultas,
la falsa apariencia del impostor.
LA TIERRA AMARILLA
Arrastraba a mi cuerpo
sobre la tierra amarilla.
Cogiéndome por las axilas,
mis talones surcaban esperanza
entre guijarros y polvo mutilado.
El sol quemaba mi sed,
y sangraban mis ojos.
En el centro del sueño,
un exuberante olivo
de ramas y tronco retorcido,
como el vórtice en la tempestad,
para sí toda la vida ha recogido.
Abandoné mi cadáver exangüe,
alimento necesario para el cambio.
Todas las mañanas del ayer
regresaría, para antes de morir
sembrar las semillas del anhelo
arrastrando de nuevo mi cuerpo.
Estas cosas las soñaba
esta noche pasada,
mientras el viento movía las hojas
de los árboles junto a mi ventana.